Página 560 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
viajes. La irreverente osadía de los bet-semitas fué prestamente
castigada. Muchos fueron heridos de muerte repentina.
Este juicio no indujo a los sobrevivientes a arrepentirse de su
pecado, sino sólo a considerar el arca con temor supersticioso. An-
siosos de deshacerse de su presencia, y no atreviéndose, sin embargo,
a trasladarla a otro sitio, los bet-semitas enviaron un mensaje a los
habitantes de Kiriat-jearim, para invitarlos a que se la llevaran. Con
gran regocijo los hombres de dicho lugar dieron la bienvenida al
arca sagrada. Sabían muy bien que ella era garantía del favor divino
para los obedientes y fieles. Con alegría solemne la condujeron a
su ciudad, y la pusieron en la casa de Abinadab, levita que habitaba
allí. Este hombre designó a su hijo Eleazar para que se encargara de
ella; y el arca permaneció allí muchos años.
Durante los años transcurridos desde que el Señor se manifestó
por primera vez al hijo de Ana, el llamamiento a Samuel al cargo
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profético había sido reconocido por toda la nación. Al transmitir
fielmente la divina advertencia a la casa de Elí, por penoso que fuera
dicho deber, Samuel había dado pruebas evidentes de su fidelidad
como mensajero de Jehová, “y Jehová fué con él, y no dejó caer
a tierra ninguna de sus palabras. Y conoció todo Israel desde Dan
hasta Beer-sebah, que Samuel era fiel profeta de Jehová.”
Los israelitas aun continuaban, como nación, en un estado de
irreligión e idolatría, y como castigo permanecían sujetos a los
filisteos. Mientras tanto, Samuel visitaba las ciudades y aldeas de
todo el país, procurando hacer volver el corazón del pueblo al Dios
de sus padres; y sus esfuerzos no quedaron sin buenos resultados.
Después de sufrir la opresión de sus enemigos durante veinte años,
“toda la casa de Israel lamentaba en pos de Jehová.” Samuel les
aconsejó: “Si de todo vuestro corazón os volvéis a Jehová, quitad
los dioses ajenos y a Astaroth de entre vosotros, y preparad vuestro
corazón a Jehová, y a sólo él servid.” Aquí vemos que la piedad
práctica, la religión del corazón, era enseñada en los días de Samuel
como lo fué por Cristo cuando estuvo en la tierra. Sin la gracia de
Cristo, de nada le valían al Israel de antaño las formas externas de la
religión. Tampoco valen para el Israel moderno.
Es hoy muy necesario que la verdadera religión del corazón
reviva como sucedió en el antiguo Israel. El arrepentimiento es el
primer paso que debe dar todo aquel que quiera volver a Dios. Nadie