Página 559 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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El arca tomada por los Filisteos
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les había hecho a ellos este gran mal. “Si no—dijeron,—seremos
ciertos que su mano no nos hirió, nos ha sido accidente.”
Al ser soltadas, las vacas se alejaron de sus crías, y mugiendo
tomaron el camino directo a Beth-semes. Sin dirección humana al-
guna, los pacientes animales siguieron adelante. La presencia divina
acompañaba el arca, y ésta llegó con toda seguridad al sitio señalado.
Era entonces el tiempo de la cosecha del trigo, y los hombres
de Beth-semes estaban segando en el valle. “Y alzando sus ojos
vieron el arca, y holgáronse cuando la vieron. Y el carro vino al
campo de Josué Beth-semita, y paró allí: porque allí había una gran
piedra: y ellos cortaron la madera del carro, y ofrecieron las vacas en
holocausto a Jehová.” Los señores de los filisteos, que habían seguido
el arca, “hasta el término de Bethsemes” y habían presenciado el
recibimiento que le habían hecho, regresaron ahora a Ecrón. La
plaga había cesado, y estaban convencidos de que sus calamidades
habían sido un juicio del Dios de Israel.
Los hombres de Beth-semes difundieron prestamente la noti-
cia de que el arca estaba en su posesión, y la gente de la tierra
circundante acudió a dar la bienvenida al arca. Esta había sido co-
locada sobre la piedra que primero sirvió de altar, y ante ella se
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ofrecieron al Señor otros sacrificios adicionales. Si los adoradores
se hubieran arrepentido de sus pecados, la bendición de Dios los
habría acompañado. Pero no estaban obedeciendo fielmente a su ley;
y aunque se regocijaban por el regreso del arca como presagio de
bien, no reconocían verdaderamente su santidad. En vez de prepa-
rar un sitio apropiado para recibirla, permitieron que permaneciera
en el campo de la mies. Mientras continuaban mirando la sagrada
arca, y hablando de la manera maravillosa en que les había sido
devuelta, comenzaron a hacer conjeturas acerca de donde residía su
poder especial. Por último, vencidos por la curiosidad, quitaron los
envoltorios de ella, y se atrevieron a abrirla.
A todo Israel se le había enseñado a considerar el arca con temor
y reverencia. Cuando había que trasladarla de un lugar a otro, los
levitas ni siquiera debían mirarla. Solamente una vez al año se le
permitía al sumo sacerdote contemplar el arca de Dios. Hasta los
filisteos paganos no se habían atrevido a quitarle los envoltorios.
Angeles celestiales invisibles la habían acompañado en todos sus