Página 571 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Las escuelas de los profetas
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degradantes que tan a menudo son los resultados del ocio. Todo esto
cuadra con el fin principal de la educación; porque al estimular la
actividad, la diligencia y la pureza, nos ponemos en armonía con el
Creador.
Los jóvenes deben ser inducidos a comprender el propósito de su
creación, que es honrar a Dios y beneficiar a sus semejantes; hágase-
les ver el tierno amor que nuestro Padre celestial ha manifestado y el
alto destino para el cual la disciplina de esta vida los ha de preparar,
la dignidad y el honor a los cuales están llamados, a saber, ser hijos
de Dios, y millares se apartarán con desprecio y repugnancia de
los propósito bajos y egoístas y de los placeres frívolos que hasta
ahora les han absorbido. Aprenderán a odiar y evitar el pecado, no
meramente por la esperanza de la recompensa o por el miedo al cas-
tigo, sino por un sentido de su vileza inherente, porque degradaría
las facultades que Dios les ha dado, mancharía su carácter de seres
humanos semejantes a Dios.
Dios no ordena que los jóvenes tengan menos aspiraciones. Los
rasgos de carácter que dan éxito y honores a un hombre entre sus
semejantes; el deseo inextinguible de algún bien mayor; la voluntad
indomable; los esfuerzos arduos; la perseverancia incansable, no
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deben eliminarse. Por la gracia de Dios, deben encauzarse hacia
fines que superen los intereses egoístas y temporales como los cielos
son más altos que la tierra.
Y la educación comenzada en esta vida continuará en la vida
venidera. Un día tras otro revelarán a la mente con nueva belleza las
maravillosas obras de Dios, las evidencias de su sabiduría y poder al
crear y sostener el universo, así como el misterio infinito del amor y
de la sabiduría en el plan de la redención. “Cosas que ojo no vió, ni
oreja oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que ha Dios
preparado para aquellos que le aman.”
1 Corintios 2:9
. Hasta en esta
vida podemos entrever su presencia y gozar de la comunión con el
Cielo; pero la plenitud de su gozo y de su bendición se ha de alcanzar
en el más allá. La eternidad sola habrá de revelar el destino glorioso
que el hombre, restaurado a la imagen de Dios, puede alcanzar.
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