Página 576 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
aquel día a causa de vuestro rey que os habréis elegido, mas Jehová
no os oirá en aquel día.” Por onerosas que fueran sus exacciones,
una vez establecida la monarquía, no la podrían hacer a un lado a su
gusto.
Pero el pueblo contestó: “No, sino que habrá rey sobre nosotros;
y nosotros seremos también como todas las gentes, y nuestro rey nos
gobernará, y saldrá delante de nosotros, y hará nuestras guerras.”
“Como todas las gentes.” Los israelitas no se dieron cuenta de
que ser en este respecto diferentes de las otras naciones era un privi-
legio y una bendición especial. Dios había separado a los israelitas
de todas las demás gentes, para hacer de ellos su propio tesoro. Pero
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ellos, despreciando este alto honor, desearon ansiosamente imitar
el ejemplo de los paganos. Y aun hoy subsiste entre los profesos
hijos de Dios el deseo de amoldarse a las prácticas y costumbres
mundanas. Cuando se apartan del Señor, se vuelven codiciosos de
las ganancias y los honores del mundo. Los cristianos están cons-
tantemente tratando de imitar las prácticas de los que adoran al
Dios de este mundo. Muchos alegan que al unirse con los munda-
nos y amoldarse a sus costumbres se verán en situación de ejercer
una influencia poderosa sobre los impíos. Pero todos los que se
conducen así se separan con ello de la Fuente de toda fortaleza.
Haciéndose amigos del mundo, son enemigos de Dios. Por amor a
las distinciones terrenales, sacrifican el honor inefable al cual Dios
los ha llamado, el de manifestar las alabanzas de Aquel que nos “ha
llamado de las tinieblas a su luz admirable.”
1 Pedro 2:9
.
Con profunda tristeza, Samuel escuchó las palabras del pueblo;
pero el Señor le dijo: “Oye su voz, y pon rey sobre ellos.” El pro-
feta había cumplido con su deber. Había presentado fielmente la
advertencia, y ésta había sido rechazada. Con corazón acongojado,
despidió al pueblo, y él mismo se fué a hacer preparativos para el
gran cambio que había de verificarse en el gobierno.
La vida de Samuel, toda de pureza y devoción desinteresada, era
un reproche perpetuo tanto para los sacerdotes y ancianos egoístas
como para la congregación de Israel, orgullosa y sensual. Aunque
el profeta no se había rodeado de pompa ni ostentación alguna, sus
obras llevaban el sello del cielo. Fué honrado por el Redentor del
mundo, bajo cuya dirección gobernó la nación hebrea. Pero el pueblo
se había cansado de su piedad y devoción; menospreció su autoridad