Página 579 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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El primer rey de Israel
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festín, al mismo tiempo que le hacía una insinuación acerca del gran
destino que le esperaba: “¿Por quién es todo el deseo de Israel, sino
por ti y por toda la casa de tu padre?”
Las palabras del profeta conmovieron el corazón del que le
escuchaba. No podía menos que percibir algo de su significado;
pues la demanda por tener un rey había llegado a ser asunto de
interés absorbente para toda la nación. No obstante, con modestia
Saúl contestó: “¿No soy yo hijo de Benjamín, de las más pequeñas
tribus de Israel? Y mi familia ¿no es la más pequeña de todas las
familias de la tribu de Benjamín? ¿Por qué pues me has dicho cosa
semejante?”
Samuel condujo al forastero al sitio de la asamblea, donde los
hombres principales de la ciudad se encontraban reunidos. Entre
ellos, por orden del profeta, se le dió a Saúl el sitio de honor, y en el
festín se le dió la mejor porción. Terminados los servicios, Samuel
llevó a su huésped a su casa. Allí conversó con él en la terraza y le
presentó los grandes principios sobre los cuales se había fundado
el gobierno de Israel, y procuró así darle cierta preparación para su
elevado cargo.
Cuando Saúl se marchó, temprano por la mañana siguiente, el
profeta le acompañó. Cuando hubieron atravesado la ciudad, pidió
que el siervo siguiera adelante. Cuando éste se hubo alejado algo,
Samuel ordenó a Saúl que se detuviera para recibir un mensaje que
Dios le enviaba. “Tomando entonces Samuel una ampolla de aceite,
derramóla sobre su cabeza, y besólo, y díjole: ¿No te ha ungido
Jehová por capitán sobre su heredad?” Como evidencia de que hacía
esto por autoridad divina, le predijo los incidentes que le ocurrirían
en su viaje de regreso a su casa, y le aseguró a Saúl que el Espíritu de
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Dios le capacitaría para ocupar el cargo que le esperaba. “El Espíritu
de Jehová te arrebatará,” le dijo el profeta, “y serás mudado en otro
hombre. Y cuando te hubieren sobrevenido estas señales, haz lo que
te viniere a mano, porque Dios es contigo.”
Mientras Saúl iba por su camino, todo sucedió tal como lo había
predicho el profeta. Cerca de la frontera de Benjamín, se le informó
que los animales habían sido encontrados. En la llanura de Tabor,
dió con tres hombres que iban a rendir culto a Dios a Bethel. Uno
de ellos llevaba tres cabritos para el sacrificio, el otro tres panes, y
el tercero una vasija de vino para el festín del sacrificio. Saludaron a