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Historia de los Patriarcas y Profetas
Sería bueno que cuantos se constituyen en jueces meditasen en estas
palabras de Cristo: “Con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados;
y con la medida con que medís, os volverán a medir.”
Mateo 7:2
.
A menudo los que procuran ensalzarse se ven puestos en si-
tuaciones que revelan su carácter. Así pasó en el caso de Saúl. Su
conducta convenció al pueblo de que apreciaba el honor y la autori-
dad reales más que la justicia, la misericordia o la benevolencia. Así
fué inducido a ver el error que había cometido al rechazar la forma
de gobierno que Dios le había dado. El pueblo había renunciado al
profeta piadoso, cuyas oraciones habían traído grandes bendiciones,
por un rey que en su celo ciego había impetrado una maldición sobre
ellos.
Si los hombres de Israel no hubieran intervenido para salvar la
vida de Jonatán, su libertador habría perecido por decreto del rey.
¡Con qué dudas y vacilaciones debe haber seguido aquel pueblo
desde entonces la dirección de Saúl! ¡Cuán amargo les habrá sido
pensar que había sido colocado en el trono por decisión de ellos
mismos! El Señor soporta por mucho tiempo los extravíos de los
hombres, y a todos les otorga la oportunidad de ver y abandonar sus
pecados; pero aun cuando parecería que hace prosperar a los que
menosprecian su voluntad y pasan por alto sus advertencias, pondrá
oportuna y seguramente de manifiesto la insensatez de ellos.
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