Página 601 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Saúl rechazado
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el Señor le concedió el Espíritu Santo para guiarle y ayudarle, y le
colocó donde podía desarrollar las cualidades requeridas para ser
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soberano de Israel. Si hubiera permanecido humilde, procurando
siempre ser dirigido por la sabiduría divina, habría podido desempe-
ñar los deberes de su alto cargo con éxito y honor. Bajo la influencia
de la gracia divina, toda buena cualidad habría ido ganando fuerza,
mientras que las tendencias pecaminosas habrían perdido su poder.
Tal es la obra que el Señor se propone hacer en beneficio de todos
los que se consagran a él. Son muchos los que él llamó a ocupar
cargos en su obra porque tienen un espíritu humilde y dócil. En su
providencia los coloca donde pueden aprender de él. Les revelará
los defectos de carácter que tengan, y a todos los que busquen su
ayuda, les dará fuerza para corregir sus errores.
Pero Saúl se vanaglorió de su ensalzamiento, y deshonró a Dios
por su incredulidad y desobediencia. Aunque al ser llamado a ocupar
el trono era humilde y dudaba de su capacidad, el éxito le hizo
confiar en sí mismo. La primera victoria de su reinado encendió
en su corazón aquel orgullo que era su mayor peligro. El valor y
la habilidad militar que manifestó en la liberación de Jabes-Galaad
despertaron el entusiasmo de toda la nación. El pueblo honró a su
rey, olvidándose de que no era sino el agente por medio de quien
Dios había obrado; y aunque al principio Saúl dió toda la gloria a
Dios, más tarde se atribuyó el honor. Perdió de vista el hecho de
que dependía de Dios, y en su corazón se apartó del Señor. Así se
preparó para cometer su pecado de presunción y sacrilegio en Gilgal.
La misma confianza ciega en sí mismo le condujo a rechazar la
reprensión de Samuel. Saúl reconocía que Samuel era un profeta en-
viado de Dios; por consiguiente, debiera haber aceptado el reproche,
aunque él mismo no pudiese ver que había pecado. Si se hubiera
mostrado dócil para ver y confesar su error, esta amarga experiencia
le habría resultado en una salvaguardia para el futuro.
Si el Señor se hubiera separado enteramente de Saúl, no le habría
hablado otra vez por medio de su profeta, ni le habría confiado una
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obra definida que hacer, para que corrigiera sus errores pasados.
Cuando un profeso hijo de Dios se vuelve descuidado en el cumpli-
miento de la voluntad de su Padre, e induce así a otros a que sean
irreverentes y desprecien los mandamientos de Dios, hay todavía una
posibilidad de que sus fracasos se truequen en victorias si tan sólo