Página 602 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

Basic HTML Version

598
Historia de los Patriarcas y Profetas
acepta la reprensión con verdadera contrición de alma, y se vuelve
hacia Dios con humildad y fe. La humillación de la derrota resulta a
menudo en una bendición al mostrarnos nuestra incapacidad para
hacer la voluntad de Dios sin su ayuda.
Cuando Saúl se desvió de la reprensión que le mandó el Espíritu
Santo de Dios, y persistió en justificarse obstinadamente, rechazó el
único medio por el cual Dios podía obrar para salvarle de sí mismo.
Se había separado voluntariamente de Dios. No podía recibir ayuda
ni dirección de Dios antes de volver a él mediante la confesión de
su pecado.
En Gilgal, Saúl había aparentado ser muy concienzudo, cuando
ante el ejército de Israel ofreció un sacrificio a Dios. Pero su piedad
no era genuina. Un servicio religioso realizado en oposición directa
al mandamiento de Dios, sólo sirvió para debilitar las manos de Saúl
y le colocó en una posición tal que no podía recibir la ayuda que
Dios quería tanto otorgarle.
En la expedición contra Amalec, Saúl creyó que había hecho
cuanto era esencial entre todo lo que el Señor le había mandado;
pero al Señor no le agradó la obediencia parcial, ni quiso pasar por
alto lo que se había descuidado por un motivo tan plausible. Dios no
le ha dado al hombre la libertad de apartarse de sus mandamientos.
El Señor había declarado a Israel: “No haréis ... cada uno lo que
le parece,” sino “guarda y escucha todas estas palabras que yo te
mando.”
Deuteronomio 12:8, 28
. Al decidir sobre cualquier camino a
seguir, no hemos de preguntarnos si es previsible que de él resultará
algún daño, sino más bien si está de acuerdo con la voluntad de
Dios. “Hay camino que al hombre parece derecho; empero su fin
son caminos de muerte.”
Proverbios 14:12
.
[688]
“El obedecer es mejor que los sacrificios.” Las ofrendas de los
sacrificios no tenían en sí mismas valor alguno a los ojos de Dios.
Estaban destinadas a expresar, por parte del que las ofrecía, arrepen-
timiento del pecado y fe en Cristo, y a prometer obediencia futura a
la ley de Dios. Pero sin arrepentimiento, ni fe ni un corazón obedien-
te, las ofrendas no tenían valor. Cuando, violando directamente el
mandamiento de Dios, Saúl se propuso presentar en sacrificio lo que
Dios había dispuesto que fuese destruído, despreció abiertamente la
autoridad divina. El sacrificio hubiera sido un insulto para el Cielo.
No obstante conocer el relato del pecado de Saúl y sus resultados,