Página 614 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
que él mismo demostraba al no hacer esfuerzo alguno por acallar
al gigante filisteo. El hermano mayor exclamó airado: “¿Para qué
has descendido acá? ¿y a quién has dejado aquellas pocas ovejas en
el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón, que
para ver la batalla has venido.” Respetuosamente, pero con decisión,
contestó David: “¿Qué he hecho yo ahora? Estas, ¿no son palabras?”
Las palabras de David fueron repetidas al rey, quien inmediata-
mente hizo comparecer al joven ante sí. Saúl escuchó con asombro
las palabras del pastor cuando dijo: “No desmaye ninguno a causa de
él; tu siervo irá y peleará con este Filisteo.” Saúl procuró disuadir a
David de su propósito; pero el joven no se dejó convencer. Contestó
con sencillez y sin jactancia relatando lo que le sucediera mientras
cuidaba los rebaños de su padre, y dijo: “Jehová que me ha librado
de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará
de la mano de este Filisteo. Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová sea
contigo.”
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Durante cuarenta días la hueste israelita había temblado ante el
desafío arrogante del gigante filisteo. Sus corazones decaían cuando
miraban el enorme cuerpo, que medía seis codos y un palmo. Lleva-
ba en la cabeza un almete de metal, y estaba vestido de una coraza
de planchas que pesaba cinco mil siclos, y con grebas de metal en
las piernas. La cota estaba hecha de planchas de metal puestas la una
sobre la otra, como las escamas de un pez, tan estrechamente junta-
das que ningún dardo o saeta podía penetrar a través de la armadura.
A la espalda el gigante llevaba una jabalina o lanza enorme, también
de bronce. “El asta de su lanza era como un enjullo de telar, y tenía
el hierro de su lanza seiscientos siclos de hierro: e iba su escudero
delante de él.”
Mañana y tarde Goliat se había acercado al campamento israelita,
diciendo en alta voz: “¿Para qué salís a dar batalla? ¿no soy yo el
Filisteo, y vosotros los siervos de Saúl? Escoged de entre vosotros
un hombre que venga contra mí: si él pudiere pelear conmigo, y me
venciere, nosotros seremos vuestros siervos: y si yo pudiera más que
él, y lo venciere, vosotros seréis nuestros siervos y nos serviréis. Y
añadió el Filisteo: Hoy yo he desafiado el campo de Israel; dadme
un hombre que pelee conmigo.”
Aunque Saúl había dado permiso a David para que aceptara el
desafío, el rey tenía muy pocas esperanzas de que David tuviera