Página 666 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
“Luego que oyó el hijo de Saúl que Abner había sido muerto en
Hebrón, las manos se le desconyuntaron, y fué atemorizado todo
Israel.” Era evidente que el reino no podría sostenerse ya mucho
más. Muy pronto otro acto de traición completó la caída del poder
decreciente. Is-boseth fué asesinado alevosamente por dos de sus
capitanes, quienes, cortándole la cabeza, se apresuraron a llevársela
al rey de Judá, esperando así congraciarse con él y ganar su favor.
Se presentaron a David con el testimonio sangriento de su cri-
men, diciendo: “He aquí la cabeza de Is-boseth hijo de Saúl tu
enemigo, que procuraba matarte; y Jehová ha vengado hoy a mi
señor el rey, de Saúl y de su simiente.”
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Pero David cuyo trono había sido establecido por Dios mismo, y
a quien Dios había librado de sus adversarios, no deseaba la ayuda
de la traición para establecer su poder. Mencionó a estos asesinos
la suerte fatal que impuso al que se jactara de haber dado muerte a
Saúl. “¿Cuánto más—añadió—[he de matar] a los malos hombres
que mataron a un hombre justo en su casa, y sobre su cama? Ahora
pues, ¿no tengo yo de demandar su sangre de vuestras manos, y
quitaros de la tierra? Entonces David mandó a los mancebos, y ellos
los mataron.... Luego tomaron la cabeza de Is-boseth, y enterráronla
en el sepulcro de Abner en Hebrón.”
Después de la muerte de Is-boseth, hubo entre todos los hombres
principales de Israel el deseo general de que David reinase sobre
todas las tribus. “Y vinieron todas las tribus de Israel a David en
Hebrón, y hablaron, diciendo: He aquí nosotros somos tus huesos
y tu carne.” Declararon además: “Tú sacabas y volvías a Israel.
Además Jehová te ha dicho: Tú apacentarás a mi pueblo Israel, y
tú serás sobre Israel príncipe. Vinieron pues todos los ancianos de
Israel al rey en Hebrón, y el rey David hizo con ellos alianza en
Hebrón delante de Jehová.” Así fué abierto por la providencia de
Dios el camino que le condujo al trono. No tenía ambición personal
que satisfacer, puesto que no había buscado el honor al cual se le
había llevado.
Más de ocho mil de los descendientes de Aarón y de los levitas
acompañaban a David. El cambio que experimentaron los sentimien-
tos del pueblo fué pronunciado y decisivo. La revolución se llevó
a cabo con calma y dignidad como convenía a la gran obra que se
estaba haciendo. Cerca de medio millón de los antiguos súbditos de