Página 695 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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La rebelión de Absalón
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Y mientras que el rey se inclinaba cada vez más al deseo de retrai-
miento y soledad, Absalón buscaba con halagos el favor popular.
La influencia de la irresolución y apatía de David se extendía
a sus subordinados; la negligencia y la dilación caracterizaban la
administración de la justicia. Arteramente, Absalón sacaba ventaja
de toda causa de desafecto. Día tras día, se podía ver a ese hombre
de semblante noble a la puerta de la ciudad, donde una multitud de
suplicantes aguardaba para presentarle sus agravios en procura de
que fuesen reparados. Absalón se rozaba con ellos, oía sus agravios,
y expresaba cuánto simpatizaba con ellos por sus sufrimientos y
cuánto lamentaba la falta de eficiencia del gobierno. Después de
escuchar la historia de un hombre de Israel, el príncipe respondía:
“Mira, tus palabras son buenas y justas: mas no tienes quien te oiga
por el rey,” y agregaba: “¡Quien me pusiera por juez en la tierra,
para que viniesen a mí todos los que tienen pleito o negocio, que yo
les haría justicia! Y acontecía que, cuando alguno se llegaba para
inclinarse a él, él extendía la mano, y lo tomaba, y lo besaba.”
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Fomentado por las arteras insinuaciones del príncipe, el descon-
tento con el gobierno cundía rápidamente. Todos los labios alababan
a Absalón. Se le tenía generalmente por heredero del trono; el pueblo
lo consideraba con orgullo digno del alto puesto, y se encendió el
deseo de que él ocupara el trono. “Así robaba Absalom el corazón
de los de Israel.” No obstante, el rey, cegado por el amor a su hijo,
no sospechaba nada. La condición de realeza que Absalón había asu-
mido era considerada por David como destinada a honrar su corte,
como una expresión de júbilo por la reconciliación.
Una vez preparados los ánimos del pueblo para lo que había
de seguir, Absalón envió secretamente entre las tribus a hombres
escogidos, para que concertaran medidas tendientes a una revuelta.
Adoptó entonces el manto de la devoción religiosa para ocultar sus
propósitos traidores. Un voto que había hecho mucho tiempo antes,
cuando estaba desterrado, debía cumplirse en Hebrón. Absalón dijo
al rey: “Yo te ruego me permitas que vaya a Hebrón, a pagar mi voto
que he prometido a Jehová: porque tu siervo hizo voto cuando estaba
en Gessur en Siria, diciendo: Si Jehová me volviere a Jerusalem, yo
serviré a Jehová.” El padre cariñoso, consolado con esta evidencia
de piedad en su hijo, le despidió con su bendición.