Página 713 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Los últimos años de David
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por peso.” Este sitio, ya memorable por ser el lugar donde Abrahán
había construído el altar para ofrecer a su hijo, y era ahora santificado
por esta gran liberación, fué posteriormente escogido como el sitio
donde Salomón erigió el templo.
Otra sombra aún había de obscurecer los últimos años de David.
Había llegado a la edad de setenta años. Las penurias y vicisitudes
de su vida errante en los días de su juventud, sus muchas guerras,
los cuidados y las tribulaciones de sus años ulteriores, habían mi-
nado su vitalidad. Aunque conservaba su claridad y vigor mentales,
la debilidad y la edad, con el consiguiente deseo de reclusión, le
impedían comprender rápidamente lo que sucedía en el reino, y nue-
vamente surgió la rebelión a la sombra misma del trono. Otra vez se
manifestó el fruto de la complacencia paternal de David.
El que ahora aspiraba al trono era Adonía, hombre “de hermoso
parecer” en su persona y porte, pero sin principios de ninguna clase,
y temerario. En su juventud se le había sometido a muy poca restric-
ción y disciplina; pues “su padre nunca lo entristeció en todos sus
días con decirle: ¿Por qué haces así?” Véase
1 Reyes 1
. Ahora se
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rebeló contra la autoridad de Dios, que había designado a Salomón
como sucesor de David en el trono. Tanto por sus dotes naturales
como por su carácter religioso, Salomón estaba mejor capacitado
que su hermano mayor para desempeñar el cargo de soberano de
Israel; no obstante, aunque la elección de Dios había sido indicada
claramente, Adonía no dejó de encontrar adherentes. Joab, aunque
culpable de muchos crímenes, había sido hasta entonces leal al trono;
pero ahora se unió a la conspiración contra Salomón, como también
lo hizo Abiathar, el sacerdote.
La rebelión estaba madura; los conspiradores se habían reunido
en una gran fiesta en las cercanías de la ciudad para proclamar
rey a Adonía, cuando sus planes fueron frustrados por la rápida
acción de unas pocas personas fieles, entre las cuales las principales
eran Sadoc, el sacerdote, Natán, el profeta, y Betsabé, la madre de
Salomón. Estas personas presentaron al rey cómo iban las cosas y le
recordaron la instrucción divina de que Salomón debería sucederle
en el trono. David abdicó inmediatamente en favor de Salomón,
quien fué en seguida ungido y proclamado rey. La conspiración fué
aplastada. Sus principales actores habían incurrido en la pena de
muerte. Se le perdonó la vida a Abiathar, por respeto a su cargo y