Página 81 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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El diluvio
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“Por la palabra de Dios ... el mundo de entonces pereció anegado
en agua: Mas los cielos que son ahora, y la tierra, son conservados
por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio, y
de la perdición de los hombres impíos.”
2 Pedro 3:5-7
. Otra tempes-
tad se aproxima ahora. La tierra será otra vez barrida por la asoladora
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ira de Dios, y el pecado y los pecadores serán destruídos.
Los pecados que acarrearon la venganza sobre el mundo an-
tediluviano, existen hoy. El temor de Dios ha desaparecido de los
corazones de los hombres, y su ley se trata con indiferencia y desdén.
La intensa mundanalidad de aquella generación es igualada por la de
la presente. Cristo dijo: “Porque como en los días antes del diluvio
estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento,
hasta el día que Noé entró en el arca, y no conocieron hasta que vino
el diluvio y llevó a todos, así será también la venida del Hijo del
hombre.”
Mateo 24:38, 39
.
Dios no condenó a los antediluvianos porque comían y bebían;
les había dado los frutos de la tierra en gran abundancia para satisfa-
cer sus necesidades materiales. Su pecado consistió en que tomaron
estas dádivas sin ninguna gratitud hacia el Dador, y se rebajaron
entregándose desenfrenadamente a la glotonería. Era lícito que se
casaran. El matrimonio formaba parte del plan de Dios; fué una
de las primeras instituciones que él estableció. Dió instrucciones
especiales tocante a esta institución, revistiéndola de santidad y be-
lleza; pero estas instrucciones fueron olvidadas y el matrimonio fué
pervertido y puesto al servicio de las pasiones humanas.
Condiciones semejantes prevalecen hoy día. Lo que es lícito en
sí es llevado al exceso. Se complace al apetito sin restricción. Hoy
muchos de los que profesan ser cristianos comen y beben en com-
pañía de los borrachos mientras sus nombres aparecen en las listas
de honor de las iglesias. La intemperancia entorpece las facultades
morales y espirituales, y prepara el dominio de las pasiones bajas.
Multitudes de personas no sienten la obligación moral de dominar
sus apetitos sensuales y se vuelven esclavos de la concupiscencia.
Los hombres viven sólo para el placer de los sentidos; únicamente
para este mundo y para esta vida. El despilfarro prevalece en todos
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los círculos sociales. La integridad se sacrifica en aras del lujo y la
ostentación. Los que quieren enriquecerse rápidamente corrompen
la justicia y oprimen a los pobres; y todavía se compran y venden