Página 82 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
“siervos, y las almas de los hombres.” El engaño, el soborno y el robo
se cometen libremente entre humildes y encumbrados. La prensa
abunda en noticias de asesinatos y crímenes ejecutados tan a san-
gre fría y sin causa, que parecería que todo instinto de humanidad
hubiese desaparecido. Estos crímenes atroces son hoy día sucesos
tan comunes que apenas motivan un comentario o causan sorpresa.
El espíritu de anarquía está penetrando en todas las naciones, y los
disturbios que de vez en cuando excitan el horror del mundo, no son
sino señales de los reprimidos fuegos de las pasiones y de la maldad
que, una vez que escapen al dominio de las leyes, llenarán el mundo
de miseria y de desolación.
El cuadro del mundo antediluviano que pintó la inspiración
representa con fiel veracidad la condición a la cual la sociedad
moderna está llegando rápidamente. Ahora mismo, en el presente
siglo, y en países que se llaman cristianos, se cometen diariamente
crímenes tan negros y atroces, como aquellos por los cuales los
pecadores del antiguo mundo fueron destruídos.
Antes del diluvio, Dios mandó a Noé que diese aviso al mundo,
para que los hombres fuesen llevados al arrepentimiento, y para
que así escapasen a la destrucción. A medida que se aproxima el
momento de la segunda venida de Cristo, el Señor envía a sus siervos
al mundo con una amonestación para que los hombres se preparen
para ese gran acontecimiento. Multitudes de personas han vivido
violando la ley de Dios, y ahora, con toda misericordia, las llama para
que obedezcan sus sagrados preceptos. A todos los que abandonen
sus pecados mediante el arrepentimiento para con Dios y la fe en
Cristo, se les ofrece perdón. Pero muchos creen que renunciar al
pecado es hacer un sacrificio demasiado grande. Porque su vida no
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está en armonía con los principios puros del gobierno moral de Dios,
rechazan sus amonestaciones y niegan la autoridad de su ley.
Solamente ocho almas de la enorme población antediluviana
creyeron y obedecieron la palabra que Dios les habló por labios
de Noé. Durante ciento veinte años el predicador de la justicia
amonestó al mundo acerca de la destrucción que se aproximaba; pero
su mensaje fué desechado y despreciado. Lo mismo sucederá ahora.
Antes de que el Legislador venga a castigar a los desobedientes,
exhorta a los transgresores a que se arrepientan y vuelvan a su
lealtad; pero para la mayoría estas advertencias serán vanas.