Página 83 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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El diluvio
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Dice el apóstol Pedro: “En los postrimeros días vendrán bur-
ladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo:
¿Dónde está la promesa de su advenimiento? porque desde el día
en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como
desde el principio de la creación.”
2 Pedro 3:3, 4
. ¿No oímos repetir
hoy estas mismas palabras, no sólo por los impíos, sino también por
muchos que ocupan los púlpitos en nuestra tierra? “No hay motivo
de alarma—dicen.—Antes de que venga Cristo, se ha de convertir el
mundo entero, y la justicia ha de reinar durante mil años. ¡Paz, paz!
Todo permanece así como desde el principio. Nadie se turbe por el
inquietante mensaje de estos alarmistas.”
Pero esta doctrina del milenario no está en armonía con las
enseñanzas de Cristo y de los apóstoles. Jesús hizo esta pregunta
significativa: “Cuando el Hijo del hombre viniere, ¿hallará fe en la
tierra?”
Lucas 18:8
. Como hemos visto, él manifiesta que el estado
del mundo será como en los días de Noé. San Pablo nos recuerda
que la impiedad aumentará a medida que se acerque el fin: “El
Espíritu dice manifiestamente, que en los venideros tiempos algunos
apostatarán de la fe, escuchando a espíritus de error y a doctrinas de
demonios.”
1 Timoteo 4:1
. El apóstol dice que “en los postreros días
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vendrán tiempos peligrosos.”
2 Timoteo 3:1
. Y nos da una tremenda
lista de pecados que se notarían entre quienes tendrían apariencia de
piedad.
Mientras que su tiempo de gracia estaba concluyendo, los ante-
diluvianos se entregaban a una vida agitada de diversiones y festivi-
dades. Los que poseían influencia y poder se empeñaban en distraer
la atención del pueblo con alegrías y placeres para que ninguno se
dejara impresionar por la última solemne advertencia. ¿No vemos
repetirse lo mismo hoy? Mientras los siervos de Dios proclaman
que el fin de todas las cosas se aproxima, el mundo va en pos de
los placeres y las diversiones. Hay constantemente abundancia de
excitaciones que causan indiferencia hacia Dios e impiden que la
gente sea impresionada por las únicas verdades que podrían salvarla
de la destrucción que se avecina.
En los días de Noé, los filósofos declararon que era imposible
que el mundo fuese destruído por el agua; asimismo hay ahora
hombres de ciencia que tratan de probar que el mundo no puede ser
destruído por fuego, que esto es incompatible con las leyes naturales.