Página 95 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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La semana literal
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abarca lo que el hombre ha podido descubrir acerca de las leyes que
gobiernan el mundo físico; pero ¡cuán limitada es la sabiduría del
hombre, y cuán vasto el campo en el cual el Creador puede obrar, en
armonía con sus propias leyes, y sin embargo, enteramente más allá
de la comprensión de los seres finitos!
Muchos enseñan que la materia posee poderes vitales, que se
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le impartieron ciertas propiedades y que se la dejó luego actuar
mediante su propia energía inherente; y que las operaciones de la
naturaleza se llevan a cabo en conformidad con leyes fijas, en las
cuales Dios mismo no puede intervenir. Esta es una ciencia falsa,
y no está respaldada por la Palabra de Dios. La naturaleza es la
sierva de su Creador. Dios no anula sus leyes, ni tampoco obra
contrariándolas: las usa continuamente como sus instrumentos. La
naturaleza atestigua que hay una inteligencia, una presencia y una
energía activa, que obran dentro de sus leyes y mediante ellas. Existe
en la naturaleza la acción del Padre y del Hijo. Cristo dice: “Mi
Padre hasta ahora obra, y yo obro.”
Juan 5:17
.
Los levitas, en su himno registrado por Nehemías, cantaban: “Tú,
oh Jehová, eres solo; tú hiciste los cielos, y los cielos de los cielos,
y toda su milicia, la tierra y todo lo que está en ella, ... tú vivificas
todas estas cosas.”
Nehemías 9:6
.
En cuanto se refiere a este mundo, la obra de la creación de Dios
está terminada, pues fueron “acabadas las obras desde el principio
del mundo.”
Hebreos 4:3
. Pero su energía sigue ejerciendo su in-
fluencia para sustentar los objetos de su creación. Una palpitación
no sigue a la otra, y un hálito al otro, porque el mecanismo que una
vez se puso en marcha continúe accionando por su propia energía
inherente; sino que todo hálito, toda palpitación del corazón es una
evidencia del completo cuidado que tiene de todo lo creado Aquel en
quien “vivimos, y nos movemos, y somos.”
Hechos 17:28
. No es en
virtud de alguna fuerza inherente que año tras año la tierra produce
sus abundantes cosechas y que continúa su movimiento alrededor
del sol. La mano de Dios dirige los planetas, y los mantiene en su
puesto en su ordenada marcha a través de los cielos. “El saca por
cuenta su ejército: a todas llama por sus nombres; ninguna faltará:
tal es la grandeza de su fuerza, y su poder y virtud.”
Isaías 40:26
. En
virtud de su poder la vegetación florece, aparecen las hojas y las flo-
res se abren. Es él quien “hace a los montes producir hierba,” por su
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