Página 115 - Profetas y Reyes (1957)

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“¿Qué haces aquí?”
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para que vayan a los lugares obscuros de la tierra, a trabajar sabia
y perseverantemente en favor de aquellos que están rodeados de
lobreguez espiritual. Para contestar a este llamamiento se requiere
abnegación. Mientras que muchos aguardan que todo obstáculo sea
eliminado, hay almas que mueren sin esperanza y sin Dios. Por amor
a las ventajas mundanales, o con el fin de adquirir conocimientos
científicos, hay hombres que están dispuestos a aventurarse en regio-
nes pestilentes, y a soportar penurias y privaciones. ¿Dónde están
los que quieran hacer lo mismo por el afán de hablar a otros del
Salvador?
Si, en circunstancias penosas, hombres de poder espiritual, apre-
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miados más de lo que pueden soportar, se desalientan y abaten; si a
veces no ven nada deseable en la vida, esto no es cosa extraña o nue-
va. Recuerden los tales que uno de los profetas más poderosos huyó
por su vida ante la ira de una mujer enfurecida. Fugitivo, cansado y
agobiado por el viaje, con el ánimo abatido por la cruel desilusión,
solicitó que se le dejase morir. Pero fué cuando su esperanza había
desaparecido y la obra de su vida se veía amenazada por la derrota,
cuando aprendió una de las lecciones más preciosas de su vida. En
la hora de su mayor flaqueza conoció la necesidad y la posibilidad
de confiar en Dios en las circunstancias más severas.
Los que, mientras dedican las energías de su vida a una labor ab-
negada, se sienten tentados a ceder al abatimiento y la desconfianza,
pueden cobrar valor de lo que experimentó Elías. El cuidado vigilan-
te de Dios, su amor y su poder se manifiestan en forma especial para
favorecer a sus siervos cuyo celo no es comprendido ni apreciado,
cuyos consejos y reprensiones se desprecian y cuyos esfuerzos por
las reformas se retribuyen con odio y oposición.
Es en el momento de mayor debilidad cuando Satanás asalta al
alma con sus más fieras tentaciones. Así fué como esperó prevale-
cer contra el Hijo de Dios; porque por este método había obtenido
muchas victorias sobre los hombres. Cuando la fuerza de voluntad
flaqueaba y faltaba la fe, entonces los que se habían destacado du-
rante mucho tiempo y con valor por el bien, cedían a la tentación.
Moisés, cansado por cuarenta años de peregrinación e incredulidad,
perdió por un momento su confianza en el Poder infinito. Fracasó
precisamente en los lindes de la tierra prometida. Así también fué
con Elías. El que había mantenido su confianza en Jehová a través