Página 114 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
Los tales necesitan la ayuda personal de quienes han aprendido
a conocer a Dios y el poder de su palabra. En un tiempo como és-
te, cada hijo de Dios debe dedicarse activamente a ayudar a otros.
Mientras los que comprenden la verdad bíblica procuren descubrir
a los hombres y mujeres que anhelan luz los ángeles de Dios los
acompañarán. Y donde vayan los ángeles, nadie necesita temer avan-
zar. Como resultado de los esfuerzos fieles de obreros consagrados,
muchos serán desviados de la idolatría al culto del Dios viviente.
Muchos cesarán de tributar homenaje a las instituciones humanas, y
se pondrán intrépidamente de parte de Dios y de su ley.
Mucho depende de la actividad incesante de los que son fieles y
leales; y por esta razón Satanás hace cuanto puede para impedir que
el propósito divino sea realizado mediante los obedientes. Induce a
algunos a olvidar su alta y santa misión y a hallar satisfacción en los
placeres de esta vida. Los mueve a buscar la comodidad, o a dejar los
lugares donde podrían ser una potencia para el bien y a preferir los
que les ofrezcan mayores ventajas mundanales. A otros los induce
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a huir de su deber, desalentados por la oposición o la persecución.
Pero todos los tales son considerados por el Cielo con la más tierna
compasión. A todo hijo de Dios cuya voz el enemigo de las almas
ha logrado silenciar, se le dirige la pregunta: “¿Qué haces aquí?” Te
ordené que fueses a todo el mundo y predicases el Evangelio, a fin
de preparar a un pueblo para el día de Dios. ¿Por qué estás aquí?
¿Quién te envió?
El gozo propuesto a Cristo, el que le sostuvo a través de sacri-
ficios y sufrimientos, fué el gozo de ver pecadores salvados. Debe
ser el de todo aquel que le siga, el acicate de su ambición. Los que
comprendan, siquiera en un grado limitado, lo que la redención sig-
nifica para ellos y sus semejantes, entenderán en cierta medida las
vastas necesidades de la humanidad. Sus corazones serán movidos
a compasión al ver la indigencia moral y espiritual de millares que
están bajo la sombra de una condenación terrible, en comparación
con la cual los sufrimientos físicos resultan insignificantes.
A las familias, tanto como a los individuos, se pregunta: “¿Qué
haces aquí?” En muchas iglesias hay familias bien instruidas en las
verdades de la Palabra de Dios, que podrían ampliar la esfera de su
influencia trasladándose a lugares donde se necesita el ministerio
que ellas son capaces de cumplir. Dios invita a las familias cristianas