Página 131 - Profetas y Reyes (1957)

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Josafat
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dice: “Defended al pobre y al huérfano: haced justicia al afligido y
al menesteroso... Libradlo de mano de los impíos.”
Salmos 82:1, 3,
4
.
Hacia el final del reinado de Josafat, el reino de Judá fué invadido
por un ejército ante cuyo avance los habitantes de la tierra tenían
motivo para temblar. “Pasadas estas cosas, aconteció que los hijos
de Moab y de Ammón, y con ellos otros de los Ammonitas, vinieron
contra Josaphat a la guerra.” Las noticias de esta invasión fueron
llevadas al rey por un mensajero que se presentó con este mensaje
sorprendente: “Contra ti viene una grande multitud de la otra parte
de la mar, y de la Siria; y he aquí ellos están en Hasasón-tamar, que
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es Engedi.”
2 Crónicas 20:1, 2
.
Josafat era hombre de valor. Durante años había fortalecido
sus ejércitos y sus ciudades. Estaba bien preparado para arrostrar
casi cualquier enemigo; sin embargo en esta crisis no confió en los
brazos carnales. No era mediante ejércitos disciplinados ni ciudades
amuralladas, sino por una fe viva en el Dios de Israel, cómo podía
esperar la victoria sobre estos paganos que se jactaban de poder
humillar a Judá a la vista de las naciones.
“Entonces él tuvo temor; y puso Josaphat su rostro para consultar
a Jehová, e hizo pregonar ayuno a todo Judá. Y juntáronse los de
Judá para pedir socorro a Jehová: y también de todas las ciudades
de Judá vinieron a pedir a Jehová.”
De pie en el atrio del templo frente al pueblo, Josafat derramó
su alma en oración, invocando las promesas de Dios y confesando
la incapacidad de Israel. Rogó: “Jehová Dios de nuestros padres,
¿no eres tú Dios en los cielos, y te enseñoreas en todos los reinos
de las Gentes? ¿no está en tu mano tal fuerza y potencia, que no
hay quien te resista? Dios nuestro, ¿no echaste tú los moradores de
aquesta tierra delante de tu pueblo Israel, y la diste a la simiente
de Abraham tu amigo para siempre? Y ellos han habitado en ella,
y te han edificado en ella santuario a tu nombre, diciendo: Si mal
viniere sobre nosotros, o espada de castigo, o pestilencia, o hambre,
presentarnos hemos delante de esta casa, y delante de ti, (porque tu
nombre está en esta casa,) y de nuestras tribulaciones clamaremos a
ti, y tú nos oirás y salvarás.
“Ahora pues, he aquí los hijos de Ammón y de Moab, y los
del monte de Seir, a la tierra de los cuales no quisiste que pasase