Página 151 - Profetas y Reyes (1957)

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El llamamiento de Eliseo
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Mientras Eliseo acompañaba al profeta en su jira de servicio de
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una escuela a la otra, su fe y su resolución fueron probadas una vez
más. En Gilgal y también en Betel y en Jericó, el profeta le invitó
a que se volviera atrás. Dijo Elías: “Quédate ahora aquí, porque
Jehová me ha enviado a Beth-el.” Pero en su tarea anterior, al guiar
el arado, Eliseo había aprendido a no cejar ni a desalentarse; y ahora
que había puesto la mano al arado en otro ramo del deber, no iba a
dejarse desviar de su propósito. No quería separarse de su maestro
mientras hubiese oportunidad de adquirir mayor preparación para
servir. Aunque Elías no lo sabía, la revelación de que iba a ser
trasladado había sido comunicada a sus discípulos en las escuelas
de los profetas, y en particular a Eliseo. De manera que el probado
siervo del hombre de Dios se mantuvo a su lado. Cada vez que le
invitó a regresar, dió esta respuesta: “Vive Jehová, y vive tu alma,
que no te dejaré.”
“Fueron pues ambos a dos... Y ellos dos se pararon junto al
Jordán. Tomando entonces Elías su manto, doblólo e hirió las aguas,
las cuales se apartaron a uno y a otro lado, y pasaron ambos en seco.
Y como hubieron pasado, Elías dijo a Eliseo: Pide lo que quieres
que haga por ti, antes que sea quitado de contigo.”
Eliseo no solicitó honores mundanales ni algún puesto elevado
entre los grandes de la tierra. Lo que él anhelaba era una gran medida
del Espíritu que Dios había otorgado tan liberalmente al que estaba
a punto de ser honrado por la traslación. Sabía que nada que no
fuese el Espíritu que había descansado sobre Elías podría hacerle
idóneo para ocupar en Israel el lugar al cual Dios le había llamado;
de modo que pidió: “Ruégote que tenga yo ... una doble porción de
tu espíritu.” (V.M.)
En respuesta a esta petición, Elías dijo: “Cosa difícil has pedido.
Si me vieres cuando fuere quitado de ti, te será así hecho; mas si
no, no. Y aconteció que, yendo ellos hablando, he aquí, un carro de
fuego con caballos de fuego apartó a los dos: y Elías subió al cielo
en un torbellino.”
2 Reyes 2:1-11
.
Elías fué un símbolo de los santos que vivirán en la tierra en
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ocasión del segundo advenimiento de Cristo, y que serán “transfor-
mados, en un momento, en un abrir de ojo, a la final trompeta” (
1
Corintios 15:51, 52
), sin pasar por la muerte. Como representante
de los que serán así trasladados, Elías, cuando se acercaba el fin del