Página 153 - Profetas y Reyes (1957)

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Capítulo 18—La purificación de las aguas
En los tiempos patriarcales, el valle del Jordán “era de riego,
... como el huerto de Jehová.” En ese hermoso valle fué donde
Lot decidió establecerse, cuando “fué poniendo sus tiendas hasta
Sodoma.”
Génesis 13:10, 12
. Pero al ser destruídas las ciudades de
la llanura, la región de en derredor se transformó en un desierto
desolado, y llegó a formar parte del desierto de Judea.
Subsistió una parte del hermoso valle, con sus manantiales y
arroyos vivificantes, para alegrar el corazón del hombre. En ese
valle, rico en campos de cereales y vergeles de palmeras y otros
frutales, las huestes de Israel habían acampado después de cruzar
el Jordán y habían gozado por primera vez de los frutos de la tierra
prometida. Delante de sí tenían las murallas de la fortaleza pagana
de Jericó, centro del culto de Astarte, la más vil y degradante de
todas las formas cananeas de la idolatría. Pronto fueron derribadas
sus murallas y muertos sus habitantes; y en ocasión de su caída, se
hizo en presencia de todo Israel esta solemne declaración: “Maldito
delante de Jehová el hombre que se levantare y reedificare esta
ciudad de Jericó. En su primogénito eche sus cimientos, y en su
menor asiente sus puertas.”
Josué 6:26
.
Transcurrieron cinco siglos. El lugar seguía desolado y maldeci-
do por Dios. Aun los manantiales que habían hecho tan deseable la
residencia en esa parte del valle, sufrieron los efectos de la maldi-
ción. Pero en los tiempos de la apostasía de Acab, cuando el culto
de Astarte revivió por influencia de Jezabel, Jericó, antigua sede de
ese culto, fué reedificada, si bien a un costo espantoso para quien lo
hizo. Hiel, de Betel, “en Abiram su primogénito echó el cimiento, y
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en Segub su hijo postrero puso sus puertas; conforme a la palabra
de Jehová.”
1 Reyes 16:34
.
No lejos de Jericó, en medio de vergeles fructíferos, se hallaba
una de las escuelas de los profetas; y allí se dirigió Eliseo, después
de la ascensión de Elías. Mientras estaba entre ellos, los hombres de
la ciudad se acercaron al profeta para decirle: “He aquí, el asiento de
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