Página 167 - Profetas y Reyes (1957)

Basic HTML Version

Naamán
163
viviente. El engaño practicado por Giezi no tenía excusa. Hasta el
día de su muerte permaneció leproso, maldito de Dios y rehuído por
sus semejantes.
“El testigo falso no quedará sin castigo; y el que habla mentiras
no escapará.”
Proverbios 19:5
. Los hombres pueden pensar que
ocultarán sus malas acciones a los ojos humanos; pero no pueden
engañar a Dios. “Todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos
de aquel a quien tenemos que dar cuenta.”
Hebreos 4:13
. Giezi creyó
engañar a Eliseo, pero Dios reveló al profeta las palabras que su
siervo había dirigido a Naamán, así como cada detalle de la escena
transcurrida entre los dos hombres.
La verdad es de Dios; el engaño en sus miles de formas proviene
[189]
de Satanás; y quienquiera que se desvíe de la línea recta de la verdad,
se entrega al poder del maligno. Los que han aprendido de Cristo
seguirán el consejo del apóstol: “No comuniquéis con las obras
infructuosas de las tinieblas.”
Efesios 5:11
. Tanto en sus palabras
como en su vida, serán sencillos, sinceros y veraces; porque se están
preparando para alternar con los santos en cuyas “bocas no ha sido
hallado engaño.”
Apocalipsis 14:5
.
Siglos después que Naamán regresara a su hogar en Siria, con el
cuerpo curado y el espíritu convertido, su fe admirable fué mencio-
nada y elogiada por el Salvador como lección objetiva para todos los
que dicen servir a Dios. Declaró el Salvador: “Y muchos leprosos
había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; mas ninguno de ellos
fué limpio, sino Naamán el Siro.”
Lucas 4:27
. Dios pasó por alto
a los muchos leprosos que había en Israel, porque su incredulidad
les cerraba la puerta del bien. Un noble pagano que había sido fiel
a sus convicciones relativas a la justicia, y sentía su necesidad de
ayuda, fué a los ojos de Dios más digno de su bendición que los
afligidos de Israel, que habían despreciado los privilegios que Dios
les había dado. Dios obra en pro de aquellos que aprecian sus favores
y responden a la luz que les ha dado el Cielo.
En todos los países hay ahora personas sinceras de corazón,
sobre las cuales brilla la luz del cielo. Si perseveran con fidelidad en
lo que comprenden como deber suyo, recibirán más luz, hasta que,
como Naamán antiguamente, se vean constreñidas a reconocer que
“no hay Dios en toda la tierra,” excepto el Dios vivo, el Creador.