Página 191 - Profetas y Reyes (1957)

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El cautiverio asirio
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allá tu pan, y profetiza allí: y no profetices más en Beth-el, porque
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es santuario del rey, y cabecera del reino.”
Vers. 12, 13
.
A esto respondió firmemente el profeta: “Por tanto, así ha dicho
Jehová: ... Israel será traspasado de su tierra.”
Vers. 17
.
Las palabras pronunciadas contra las tribus apóstatas se cum-
plieron literalmente; pero la destrucción del reino se produjo gra-
dualmente. Al castigar, el Señor tuvo misericordia; y al principio,
cuando “vino Phul rey de Asiria a la tierra,” Manahem, entonces
rey de Israel, no fué llevado cautivo, sino que se le permitió perma-
necer en el trono como vasallo de Asiria. “Dió Manahem a Phul
mil talentos de plata porque le ayudara a confirmarse en el reino. E
impuso Manahem este dinero sobre Israel, sobre todos los poderosos
y opulentos: de cada uno cincuenta siclos de plata, para dar al rey de
Asiria.”
2 Reyes 15:19, 20
. Habiendo humillado las diez tribus, los
asirios volvieron por un tiempo a su tierra.
Lejos de arrepentirse del mal que había ocasionado ruina en
su reino, Manahem continuó en “los pecados de Jeroboam hijo de
Nabat, el que hizo pecar a Israel.” Pekaía y Peka, sus sucesores,
también hicieron “lo malo en ojos de Jehová.”
2 Reyes 15:18, 24,
28
. “En los días de Peka,” quien reinó veinte años, Tiglath-pileser,
rey de Asiria, invadió a Israel, y se llevó una multitud de cautivos de
entre las tribus que vivían en Galilea y al oriente del Jordán. “Los
Rubenitas y Gaditas y ... la media tribu de Manasés,” juntamente
con otros de los habitantes de “Galaad, y Galilea, y toda la tierra de
Nephtalí” (
1 Crónicas 5:26
;
2 Reyes 15:29
) fueron dispersados entre
los paganos, en tierras muy distantes de Palestina.
El reino septentrional no se recobró nunca de este golpe terrible.
Un residuo débil hizo subsistir la forma de gobierno, pero éste ya no
tenía poder. Un solo gobernante, Oseas, iba a seguir a Peka. Pronto
el reino iba a ser destruido para siempre. Pero en aquel tiempo de
tristeza y angustia Dios manifestó misericordia, y dió al pueblo otra
oportunidad de apartarse de la idolatría. En el tercer año del reinado
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de Oseas, el buen rey Ezequías comenzó a reinar en Judá, y con toda
celeridad instituyó reformas importantes en el servicio del templo
de Jerusalén. Hizo arreglos para que se celebrara la Pascua, y a esta
fiesta fueron invitadas no sólo las tribus de Judá y Benjamín, sobre
las cuales Ezequías había sido ungido rey, sino también todas las
tribus del norte. Se dió una proclamación “por todo Israel, desde