Página 192 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
Beer-seba hasta Dan, para que viniesen a celebrar la pascua a Jehová
Dios de Israel, en Jerusalem: porque en mucho tiempo no la habían
celebrado al modo que está escrito.
“Fueron pues correos con letras de mano del rey y de sus prínci-
pes por todo Israel y Judá,” con esta apremiante invitación: “Hijos
de Israel, volveos a Jehová el Dios de Abraham, de Isaac, y de Israel,
y él se volverá a las reliquias que os han quedado de la mano de los
reyes de Asiria... No endurezcáis pues ahora vuestra cerviz como
vuestros padres: dad la mano a Jehová, y venid a su santuario, el
cual él ha santificado para siempre; y servid a Jehová vuestro Dios,
y la ira de su furor se apartará de vosotros. Porque si os volviereis
a Jehová, vuestros hermanos y vuestros hijos hallarán misericordia
delante de los que los tienen cautivos, y volverán a esta tierra: porque
Jehová vuestro Dios es clemente y misericordioso, y no volverá de
vosotros su rostro, si vosotros os volviereis a él.”
2 Crónicas 30:5-9
.
“De ciudad en ciudad por la tierra de Ephraim y Manasés, hasta
Zabulón,” proclamaron el mensaje los correos enviados por Ezequías.
Israel debiera haber reconocido en esta invitación un llamamiento a
arrepentirse y a volverse a Dios. Pero el residuo de las diez tribus
que moraba todavía en el territorio del una vez floreciente reino del
norte, trató a los mensajeros reales de Judá con indiferencia y hasta
con desprecio. “Se reían y burlaban de ellos.” Hubo sin embargo
algunos que respondieron gustosamente. “Algunos hombres de Aser,
de Manasés, y de Zabulón, se humillaron y vinieron a Jerusalem, ...
para celebrar la solemnidad de los ázimos.”
2 Crónicas 30:10-13
.
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Como dos años más tarde, Samaria fué cercada por las huestes
de Asiria bajo Salmanasar; y en el sitio que siguió, multitudes pe-
recieron miserablemente de hambre y enfermedad así como por la
espada. Cayeron la ciudad y la nación y el quebrantado remanente
de las diez tribus fué llevado cautivo y disperso por las provincias
del reino asirio.
La destrucción acaecida al reino del norte fué un castigo directo
del Cielo. Los asirios fueron tan sólo los instrumentos que Dios
usó para ejecutar su propósito. Por medio de Isaías, quien empezó a
profetizar poco después de la caída de Samaria, el Señor se refirió a
las huestes asirias como “vara y bastón de mi furor: en su mano he
puesto mi ira.”
Isaías 10:5
.