Página 199 - Profetas y Reyes (1957)

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Capítulo 25—El llamamiento de Isaías
El largo reinado de Uzías [también llamado Azarías] en la tierra
de Judá y de Benjamín fué caracterizado por una prosperidad mayor
que la conocida bajo cualquier otro gobernante desde la muerte de
Salomón, casi dos siglos antes. Durante muchos años el rey gobernó
con discreción. Gracias a la bendición del Cielo, sus ejércitos reco-
braron parte del territorio que se había perdido en años anteriores.
Se reedificaron y fortificaron ciudades, y quedó muy fortalecida la
posición de la nación entre los pueblos circundantes. El comercio
revivió y afluyeron a Jerusalén las riquezas de las naciones. La fa-
ma de Uzías “se extendió lejos, porque se ayudó maravillosamente,
hasta hacerse fuerte.”
2 Crónicas 26:15
.
Sin embargo, esta prosperidad exterior no fué acompañada por
el correspondiente reavivamiento del poder espiritual. Los servicios
del templo continuaban como en años anteriores y las multitudes
se congregaban para adorar al Dios viviente; pero el orgullo y el
formalismo reemplazaban gradualmente la humildad y la sinceridad.
Acerca de Uzías mismo hallamos escrito: “Cuando fué fortificado,
su corazón se enalteció hasta corromperse; porque se rebeló contra
Jehová su Dios.”
El pecado que tuvo resultados tan desastrosos para Uzías fué
un acto de presunción. Violando una clara orden de Jehová, de
que ninguno sino los descendientes de Aarón debía oficiar como
sacerdote, el rey entró en el santuario “para quemar sahumerios en
el altar.” El sumo sacerdote Azarías y sus compañeros protestaron
y le suplicaron que se desviara de su propósito. Le dijeron: “Has
prevaricado, y no te será para gloria.”
Vers. 16, 18
.
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Uzías se llenó de ira porque se le reprendía así a él, que era el
rey. Pero no se le permitió profanar el santuario contra la protesta
unida de los que ejercían autoridad. Mientras estaba allí de pie, en
airada rebelión, se vió repentinamente herido por el juicio divino.
Apareció la lepra en su frente. Huyó espantado, para nunca volver a
los atrios del templo. Hasta el día de su muerte, algunos años más
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