Página 20 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
tabernáculo que había sido construído en el desierto, y allí, junta-
mente con los consejeros que se había escogido, “los jefes de miles
y de cientos,” “los jueces, y ... todos los príncipes de todo Israel,
cabezas de las casas paternas” (
2 Crónicas 1:2 (VM)
), participó en
el ofrecimiento de sacrificios para adorar a Dios y para consagrar-
se plenamente a su servicio. Comprendiendo algo de la magnitud
de los deberes relacionados con el cargo real, Salomón sabía que
quienes llevan pesadas responsabilidades deben recurrir a la Fuen-
te de sabiduría para obtener dirección, si quieren desempeñar esas
responsabilidades en forma aceptable. Esto le indujo a alentar a sus
consejeros para que juntamente con él procurasen asegurarse de que
eran aceptados por Dios.
Sobre todos los bienes terrenales, el rey deseaba sabiduría y
entendimiento para realizar la obra que Dios le había dado. Anhelaba
tener una mente despierta, un corazón grande, y un espíritu tierno.
Esa noche el Señor apareció a Salomón en un sueño y le dijo: “Pide
lo que te he de dar.” En respuesta, el joven e inexperto gobernante
expresó su sentimiento de incapacidad y su deseo de ayuda. Dijo:
“Tú has hecho para con tu siervo David, mi padre, gran merced, así
como él anduvo delante de tu rostro con fidelidad y en justicia, y en
rectitud de corazón para contigo; y le has guardado esta gran merced
de darle un hijo que se siente sobre su trono, como parece hoy.
“Ahora pues, oh Jehová, Dios mío, tú has hecho rey a tu siervo
en lugar de David mi padre; y yo soy un niño pequeño, y no sé
cómo me debo conducir. Y con todo tu siervo está en medio de tu
pueblo que has escogido, pueblo grande, que no se puede numerar
ni contar por la muchedumbre de él. Da pues a tu siervo un corazón
inteligente, para juzgar a tu pueblo, para poder distinguir entre el
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bien y el mal; porque ¿quién es capaz de juzgar este tu pueblo tan
grande?
“Y esta petición agradó al Señor, por haber pedido Salomón
semejante cosa.”
“Por cuanto hubo este pensamiento en tu corazón—dijo Dios a
Salomón,—y no has pedido riquezas, hacienda, ni honra, ni la vida
de tus enemigos; ni tampoco has pedido larga vida, sino que has
pedido para ti mismo sabiduría y ciencia, para que puedas juzgar a
mi pueblo,” “he aquí que hago según tu palabra; he aquí que te doy
un corazón tan sabio y entendido, que no haya habido otro como