Página 21 - Profetas y Reyes (1957)

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Salomón
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tú antes de ti, ni después de ti se levantará tu igual. Y además, lo
que no pediste te lo doy, así riqueza como gloria,” “cuales nunca ha
tenido ninguno de los reyes que han sido antes de ti; ni después de ti
las tendrá así ninguno.”
“Y si anduvieres en mis caminos, guardando mis estatutos y
mis leyes, así como anduvo David tu padre, entonces prolongaré tus
días.”
1 Reyes 3:5-14
;
2 Crónicas 1:7-12 (VM)
.
Dios prometió que así como había acompañado a David, estaría
con Salomón. Si el rey andaba en integridad delante de Jehová, si
hacía lo que Dios le había ordenado, su trono quedaría establecido y
su reinado sería el medio de exaltar a Israel como “pueblo sabio y
entendido” (
Deuteronomio 4:6
), la luz de las naciones circundantes.
El lenguaje de Salomón al orar a Dios ante el antiguo altar de
Gabaón, revela su humildad y su intenso deseo de honrar a Dios.
Comprendía que sin la ayuda divina, estaba tan desamparado como
un niñito para llevar las responsabilidades que le incumbían. Sabía
que carecía de discernimiento, y el sentido de su gran necesidad le
indujo a solicitar sabiduría a Dios. No había en su corazón aspira-
ción egoísta por un conocimiento que le ensalzase sobre los demás.
Deseaba desempeñar fielmente los deberes que le incumbían, y eli-
gió el don por medio del cual su reinado habría de glorificar a Dios.
Salomón no tuvo nunca más riqueza ni más sabiduría o verdadera
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grandeza que cuando confesó: “Yo soy un niño pequeño, y no sé
cómo me debo conducir.”
Los que hoy ocupan puestos de confianza deben procurar apren-
der la lección enseñada por la oración de Salomón. Cuanto más
elevado sea el cargo que ocupe un hombre y mayor sea la responsa-
bilidad que ha de llevar, más amplia será la influencia que ejerza y
tanto más necesario será que confíe en Dios. Debe recordar siempre
que juntamente con el llamamiento a trabajar le llega la invitación a
andar con circunspección delante de sus semejantes. Debe conservar
delante de Dios la actitud del que aprende. Los cargos no dan santi-
dad de carácter. Honrando a Dios y obedeciendo sus mandamientos
es como un hombre llega a ser realmente grande.
El Dios a quien servimos no hace acepción de personas. El que
dió a Salomón el espíritu de sabio discernimiento está dispuesto a
impartir la misma bendición a sus hijos hoy. Su palabra declara: “Si
alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, demándela a Dios, el cual