Página 261 - Profetas y Reyes (1957)

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El libro de la ley
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“Porque son gente de perdidos consejos,
Y no hay en ellos entendimiento.
¡Ojalá fueran sabios, que comprendieran esto,
Y entendieran su postrimería!
¿Cómo podría perseguir uno a mil,
Y dos harían huir a diez mil,
Si su Roca no los hubiese vendido,
Y Jehová no los hubiera entregado?
Que la roca de ellos no es como nuestra Roca:
Y nuestros enemigos sean de ello jueces.”
“¿No tengo yo esto guardado,
Sellado en mis tesoros?
Mía es la venganza y el pago,
Al tiempo que su pie vacilará;
Porque el día de su aflicción está cercano,
Y lo que les está preparado se apresura.”
Vers. 15-21, 23, 24, 28-31, 34,
35.
Estos pasajes y otros similares revelaron a Josías el amor de
Dios hacia su pueblo, y su aborrecimiento por el pecado. Al leer
el rey las profecías de los juicios que habrían de caer prestamente
sobre los que persistiesen en la rebelión, tembló acerca del futuro.
La perversidad de Judá había sido grande; ¿cuál sería el resultado
de su continua apostasía?
En los años anteriores, el rey no había sido indiferente a la ido-
latría que prevalecía. “A los ocho años de su reinado, siendo aún
muchacho,” se había consagrado plenamente al servicio de Dios.
Cuatro años más tarde, cuando tuvo veinte, hizo un esfuerzo fer-
voroso por evitar la tentación a sus súbditos y limpió “a Judá y a
Jerusalem de los altos, bosques, esculturas, e imágenes de fundi-
ción. Y derribaron delante de él los altares de los Baales, e hizo
pedazos las imágenes del sol, que estaban puestas encima; despe-
dazó también los bosques, y las esculturas y estatuas de fundición,
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y desmenuzólas, y esparció el polvo sobre los sepulcros de los que
les habían sacrificado. Quemó además los huesos de los sacerdotes
sobre sus altares, y limpió a Judá y a Jerusalem.”
2 Crónicas 34:3-5
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