Página 262 - Profetas y Reyes (1957)

Basic HTML Version

258
Profetas y Reyes
Sin conformarse con la obra esmerada que hacía en la tierra de
Judá, el joven gobernante extendió sus esfuerzos a las porciones de
Palestina antes ocupadas por las diez tribus de Israel, de las cuales
quedaba tan sólo un débil residuo. Dice el relato: “Lo mismo hizo
en las ciudades de Manasés, Ephraim, y Simeón, hasta en Nephtalí.”
Y no volvió a Jerusalén antes de haber atravesado a lo largo y a
lo ancho esta región de hogares arruinados y “hubo derribado los
altares y los bosques, y quebrado y desmenuzado las esculturas, y
destruido todos los ídolos por toda la tierra de Israel.”
Vers. 6, 7
.
Así era como Josías, desde su juventud, había procurado valerse
de su cargo de rey para exaltar los principios de la santa ley de Dios.
Y ahora, mientras el escriba Safán le leía el libro de la ley, el rey
discernió en ese volumen un tesoro de conocimiento y un aliado
poderoso en la obra de reforma que tanto deseaba ver realizada en la
tierra. Resolvió andar en la luz de sus consejos y hacer todo lo que
estuviese en su poder para comunicar sus enseñanzas al pueblo, a
fin de inducirlo, si era posible, a cultivar la reverencia y el amor a la
ley del cielo.
Pero ¿podía realizarse la reforma necesaria? Israel había llegado
casi al límite de la tolerancia divina; pronto Dios se iba a levantar
para castigar a aquellos que habían deshonrado su nombre, Ya la
ira de Dios se había encendido contra el pueblo. Abrumado de
pesar y desaliento, Josías rasgó sus vestiduras, y se postró ante Dios
agonizando en su espíritu y pidiendo perdón por los pecados de una
nación impenitente.
En aquel tiempo, la profetisa Hulda vivía en Jerusalén, cerca
del templo. El rey, lleno de ansiosos presentimientos, la recordó y
resolvió inquirir del Señor mediante esa mensajera escogida para
saber, si era posible, por qué medios a su alcance podría salvar al
errante Judá, ahora al borde de la ruina.
[294]
La gravedad de la situación y el respeto que tenía por la profetisa
le indujeron a enviarle como mensajeros a los primeros hombres del
reino. Les pidió: “Id, y preguntad a Jehová por mí, y por el pueblo, y
por todo Judá, acerca de las palabras de este libro que se ha hallado:
porque grande ira de Jehová es la que ha sido encendida contra
nosotros, por cuanto nuestros padres no escucharon las palabras de
este libro, para hacer conforme a todo lo que nos fué escrito.”
2
Reyes 22:13
.