Página 291 - Profetas y Reyes (1957)

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El último rey de Judá
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Este consejo no sólo fué dado a Judá, sino a muchas de las naciones
circundantes. Durante la primera parte del reinado de Sedequías,
visitaron al rey de Judá embajadores de los gobernantes de Edom,
Moab, Tiro y otras naciones, para saber si a su juicio el momento
era oportuno para una rebelión concertada y si él se uniría con ellos
para pelear contra el rey de Babilonia. Mientras estos embajadores
aguardaban la respuesta, llegó esta palabra del Señor a Jeremías:
“Hazte coyundas y yugos, y ponlos sobre tu cuello; y los enviarás al
rey de Edom, y al rey de Moab, y al rey de los hijos de Ammón, y
al rey de Tiro, y al rey de Sidón, por mano de los embajadores que
vienen a Jerusalem a Sedechías, rey de Judá.”
Jeremías 27:2, 3
.
Se ordenó a Jeremías que diese a los embajadores instrucciones
para que informasen a sus príncipes de que Dios los había entregado
todos en las manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y que le
servirían “a él, y a su hijo, y al hijo de su hijo, hasta que” llegase
“también el tiempo de su misma tierra.”
Vers. 7
.
Se indicó, además, a los embajadores que declarasen a sus prín-
cipes que si se negaban a servir al rey de Babilonia, serían castigados
“con espada y con hambre y con pestilencia,” hasta que fueran con-
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sumidos. Se les recomendó especialmente que se apartasen de las
enseñanzas de los falsos profetas que los aconsejaran de otra manera.
El Señor declaró: “Y vosotros no prestéis oído a vuestros profetas, ni
a vuestros adivinos, ni a vuestros sueños, ni a vuestros agoreros, ni
a vuestros encantadores, que os hablan diciendo: No serviréis al rey
de Babilonia. Porque ellos os profetizan mentira, por haceros alejar
de vuestra tierra, y para que yo os arroje y perezcáis. Mas la gente
que sometiere su cuello al yugo del rey de Babilonia, y le sirviere,
haréla dejar en su tierra, dice Jehová, y labrarála, y morará en ella.”
Vers. 8-11
. El castigo más liviano que un Dios misericordioso podía
infligir a un pueblo rebelde era que se sometiese al gobierno de
Babilonia; pero si guerreaban contra este decreto de servidumbre,
iban a sentir todo el rigor de su castigo.
El asombro de los congregados representantes de las naciones no
conoció límites cuando Jeremías, llevando un yugo sobre el cuello,
les hizo conocer la voluntad de Dios.
Frente a una oposición resuelta, Jeremías abogó firmemente por
la política de sumisión. Entre los que querían contradecir el consejo
del Señor, se destacaba Hananías, uno de los falsos profetas contra