Página 303 - Profetas y Reyes (1957)

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Llevados cautivos a Babilonia
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naciones, había preguntado a Dios: “¿Has desechado enteramente a
Judá? ¿ha aborrecido tu alma a Sión?” Y se había atrevido a supli-
car: “Por amor de tu nombre no nos deseches.”
Jeremías 14:19, 21
.
La fe absoluta del profeta en el propósito eterno de Dios de sacar
orden de la confusión, y de demostrar a las naciones de la tierra y al
universo entero sus atributos de justicia y amor, le inducían ahora
a interceder confiadamente por aquellos que se desviasen del mal
hacia la justicia.
Pero Sión estaba ahora completamente destruída y el pueblo
de Dios se hallaba en cautiverio. Abrumado de pesar, el profeta
exclamaba: “¡Cómo está sentada sola la ciudad populosa! La grande
entre las naciones se ha vuelto como viuda, la señora de provincias
es hecha tributaria. Amargamente llora en la noche, y sus lágrimas
en sus mejillas; no tiene quien la consuele de todos sus amadores:
todos sus amigos le faltaron, volviéronsele enemigos.
“Fuése Judá, a causa de la aflicción, y de la grandeza de servi-
dumbre; ella moró entre las gentes, y no halló descanso: todos sus
perseguidores la alcanzaron entre estrechuras. Las calzadas de Sión
tienen luto, porque no hay quien venga a las solemnidades; todas sus
puertas están asoladas, sus sacerdotes gimen, sus vírgenes afligidas,
y ella tiene amargura. Sus enemigos han sido hechos cabeza, sus
aborrecedores fueron prosperados; porque Jehová la afligió por la
multitud de sus rebeliones: sus niños fueron en cautividad delante
del enemigo...
“¡Cómo oscureció el Señor en su furor a la hija de Sión! Derribó
del cielo a la tierra la hermosura de Israel, y no se acordó del estrado
de sus pies en el día de su ira. Destruyó el Señor, y no perdonó;
destruyó en su furor todas las tiendas de Jacob: echó por tierra las
fortalezas de la hija de Judá, deslustró el reino y sus príncipes. Cortó
con el furor de su ira todo el cuerno de Israel; hizo volver atrás su
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diestra delante del enemigo; y encendióse en Jacob como llama de
fuego que ha devorado en contorno. Entesó su arco como enemigo,
afirmó su mano derecha como adversario, y mató toda cosa hermosa
a la vista: en la tienda de la hija de Sión derramó como fuego su
enojo...
“¿Qué testigo te traeré, o a quién te haré semejante, hija de
Jerusalem? ¿A quién te compararé para consolarte, o virgen hija de