Página 302 - Profetas y Reyes (1957)

Basic HTML Version

298
Profetas y Reyes
Acerca de Jeremías mismo se registra: “Nabucodonosor había
ordenado a Nabuzaradán capitán de la guardia, acerca de Jeremías,
diciendo: Tómale, y mira por él, y no le hagas mal ninguno; antes
[339]
harás con él como él te dijere.”
Jeremías 39:11, 12
.
Librado de la cárcel por los oficiales babilonios, el profeta de-
cidió echar su suerte con el débil residuo “de los pobres del país”
que los caldeos dejaron para que fuesen “viñadores y labradores.”
Sobre éstos, los babilonios pusieron a Gedalías como gobernador.
Apenas transcurridos algunos meses, el recién designado gobernador
fué muerto a traición. La pobre gente, después de pasar por muchas
pruebas, se dejó finalmente persuadir por sus caudillos a refugiarse
en la tierra de Egipto. Jeremías alzó la voz en protesta contra ese
traslado. Rogó: “No entréis en Egipto.” Pero no se escuchó el con-
sejo inspirado, y “todo el resto de Judá, ... hombres, y mujeres, y
niños” huyeron a Egipto. “No obedecieron a la voz de Jehová: y
llegaron hasta Taphmes.”
Jeremías 52:16; 43:2-7
.
Las profecías de condenación pronunciadas por Jeremías sobre
el residuo que se había rebelado contra Nabucodonosor huyendo a
Egipto, iban mezcladas con promesas de perdón para aquellos que
se arrepintiesen de su insensatez y estuviesen dispuestos a volver. Si
bien el Señor no quería salvar a los que se desviaban de su consejo
para oír las influencias seductoras de la idolatría egipcia, estaba sin
embargo dispuesto a manifestar misericordia a los que le resultasen
leales y fieles. Declaró: “Y los que escaparen del cuchillo, volverán
de tierra de Egipto a tierra de Judá, pocos hombres; sabrán pues
todas las reliquias de Judá, que han entrado en Egipto a morar allí la
palabra de quién ha de permanecer, si la mía, o la suya.”
Jeremías
44:28
.
El pesar del profeta por la absoluta perversidad de aquellos que
debieran haber sido la luz espiritual del mundo, su aflicción por la
suerte de Sión y del pueblo llevado cautivo a Babilonia, se revela en
las lamentaciones que dejó escritas como monumento recordativo de
la insensatez que constituye el desviarse de los consejos de Jehová
para seguir la sabiduría humana. En medio de las ruinas que veía en
derredor, Jeremías podía decir: “Es por la misericordia de Jehová
que no somos consumidos,” y su oración constante era: “Escudri-
[340]
ñemos nuestros caminos, y busquemos, y volvámonos a Jehová.”
Lamentaciones 3:22, 40
. Mientras Judá era todavía reino entre las