Página 305 - Profetas y Reyes (1957)

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Capítulo 38—Luz a través de las tinieblas
Los sombríos años de destrucción y muerte que señalaron el
fin del reino de Judá, habrían hecho desesperar al corazón más
valeroso, de no haber sido por las palabras de aliento contenidas
en las expresiones proféticas emitidas por los mensajeros de Dios.
Mediante Jeremías en Jerusalén, mediante Daniel en la corte de
Babilonia y mediante Ezequiel a orillas del Chebar, el Señor, en su
misericordia, aclaró su propósito eterno y dió seguridades acerca
de su voluntad de cumplir para su pueblo escogido las promesas
registradas en los escritos de Moisés. Con toda certidumbre realizaría
lo que había dicho que haría en favor de aquellos que le fuesen fieles.
“La palabra de Dios, ... vive y permanece para siempre.”
1 Pedro
1:23
.
Durante las peregrinaciones en el desierto, el Señor había toma-
do amplias disposiciones para que sus hijos recordasen las palabras
de su ley. Después que se establecieran en Canaán, los preceptos
divinos debían repetirse diariamente en cada hogar; debían escribirse
con claridad en los dinteles, en las puertas y en tablillas recordati-
vas. Debían componerse con música y ser cantados por jóvenes y
ancianos. Los sacerdotes debían enseñar estos santos preceptos en
asambleas públicas, y los gobernantes de la tierra debían estudiarlos
diariamente. El Señor ordenó a Josué acerca del libro de la ley:
“Antes de día y noche meditarás en él, para que guardes y hagas
conforme a todo lo que en él está escrito: porque entonces harás
prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.”
Josué 1:8
.
Los escritos de Moisés fueron enseñados por Josué a todo Israel.
“No hubo palabra alguna de todas las cosas que mandó Moisés,
que Josué no hiciese leer delante de toda la congregación de Israel,
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mujeres y niños, y extranjeros que andaban entre ellos.”
Josué 8:35
.
Esto armonizaba con la orden expresa de Jehová que disponía una
repetición pública de las palabras del libro de la ley cada siete años,
durante la fiesta de las cabañas. A los caudillos espirituales de Israel
se les habían dado estas instrucciones: “Harás congregar el pueblo,
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