Página 349 - Profetas y Reyes (1957)

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El vigía invisible
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“Tu sabiduría y tu misma ciencia te engañaron,
y dijiste en tu corazón: Yo, y no más.
Vendrá pues sobre ti mal, cuyo nacimiento no sabrás:
caerá sobre ti quebrantamiento,
el cual no podrás remediar:
y destrucción que no sabrás, vendrá de repente sobre ti.
“Estáte ahora en tus encantamentos, y con la multitud de tus
agüeros,
en los cuales te fatigaste desde tu niñez;
quizá podrás mejorarte, quizá te fortificarás.
“Haste fatigado en la multitud de tus consejos.
Parezcan ahora y defiéndante los contempladores de los cie-
los,
los especuladores de las estrellas, los que contaban los meses,
para pronosticar lo que vendrá sobre ti.
“He aquí que serán como tamo; ...
no salvarán sus vidas del poder de la llama; ...
no habrá quien te salve.”
Isaías 47:1-15
.
A cada nación que subió al escenario de acción se le permitió
ocupar su lugar en la tierra, para que pudiese determinarse si iba a
cumplir los propósitos del Vigilante y Santo. La profecía describió
el nacimiento y el progreso de los grandes imperios mundiales:
Babilonia, Medo-Persia, Grecia y Roma. Con cada uno de ellos,
como con las naciones de menos potencia, la historia se repitió.
Cada uno tuvo su plazo de prueba; cada uno fracasó, su gloria se
desvaneció y desapareció su poder.
Aunque las naciones rechazaron los principios divinos y con
ello labraron su propia ruina, un propósito divino predominante ha
estado obrando manifiestamente a través de los siglos. Fué esto lo
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que vió el profeta Ezequiel en la maravillosa representación que
se le dió durante su destierro en la tierra de los caldeos, cuando se
desplegaron ante su mirada atónita los símbolos que revelaban un
poder señoreador que rige los asuntos de los gobernantes terrenales.
A orillas del río Chebar, Ezequiel contempló un torbellino que
parecía venir del norte, “una gran nube, con un fuego envolvente, y