Página 35 - Profetas y Reyes (1957)

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Capítulo 3—El orgullo de la prosperidad
Mientras Salomón exaltó la ley del cielo, Dios estuvo con él, y le
dió sabiduría para gobernar a Israel con imparcialidad y misericordia.
Al principio, aun cuando obtenía riquezas y honores mundanales,
permaneció humilde, y grande fué el alcance de su influencia. “Y
Salomón señoreaba sobre todos los reinos, desde el río [Eufrates] de
la tierra de los Filisteos hasta el término de Egipto.” “Tuvo paz por
todos lados en derredor suyo. Y Judá e Israel vivían seguros, cada
uno debajo de su parra y debajo de su higuera, ... todos los días de
Salomón.”
1 Reyes 4:21, 24, 25
.
Pero después de un amanecer muy promisorio, su vida quedó
obscurecida por la apostasía. La historia registra el triste hecho de
que el que había sido llamado Jedidiah, “Amable a Jehová” (
2 Sa-
muel 12:25
), el que había sido honrado por Dios con manifestaciones
de favor divino tan notables que su sabiduría e integridad le dieron
fama mundial; el que había inducido a otros a loar al Dios de Israel,
se desvió del culto de Jehová para postrarse ante los ídolos de los
paganos.
Centenares de años antes que Salomón llegase al trono, el Señor,
previendo los peligros que asediarían a los que fuesen escogidos
príncipes de Israel, dió a Moisés instrucciones para guiarlos. El
que hubiese de sentarse en el trono de Israel debía escribir “para
sí en un libro un traslado de esta ley, del original de delante de los
sacerdotes Levitas; y—dijo el Señor—lo tendrá consigo, y leerá en
él todos los días de su vida, para que aprenda a temer a Jehová su
Dios, para guardar todas las palabras de aquesta ley y estos estatutos,
para ponerlos por obra: para que no se eleve su corazón sobre sus
hermanos, ni se aparte del mandamiento a diestra ni a siniestra: a
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fin que prolongue sus días en su reino, él y sus hijos, en medio de
Israel.”
En relación con estas instrucciones, el Señor previno en forma
especial al que fuese ungido rey, y recomendó: “Ni tampoco ha de
multiplicar para sí mujeres, porque no se aparte de mí su corazón; ni
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