Página 36 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
ha de aumentar para sí plata ni oro en sumo grado.”
Deuteronomio
17:18-20; 17 (VM)
.
Salomón conocía bien estas advertencias, y durante cierto tiempo
les prestó atención. Su mayor deseo era vivir y gobernar de acuerdo
con los estatutos dados en el Sinaí. Su manera de dirigir los asuntos
del reino contrastaba en forma sorprendente con las costumbres de
las naciones de su tiempo, que no temían a Dios, y cuyos gobernantes
pisoteaban su santa ley.
Al procurar fortalecer sus relaciones con el poderoso reino situa-
do al sur de Israel, Salomón penetró en terreno prohibido. Satanás
conocía los resultados que acompañarían la obediencia; y durante
los primeros años del reinado de Salomón, que fueron gloriosos por
la sabiduría, la beneficencia y la integridad del rey, procuró introdu-
cir influencias que minasen insidiosamente la lealtad de Salomón
a los buenos principios, y le indujesen a separarse de Dios. Por el
relato bíblico sabemos que el enemigo tuvo éxito en ese esfuerzo:
“Y Salomón hizo parentesco con Faraón rey de Egipto, porque tomó
la hija de Faraón, y trájola a la ciudad de David.”
1 Reyes 3:1
.
Desde un punto de vista humano, este casamiento, aunque con-
trariaba las enseñanzas de la ley de Dios, pareció resultar en una
bendición; porque la esposa pagana de Salomón se convirtió y parti-
cipaba con él en el culto del verdadero Dios. Además, Faraón prestó
un señalado servicio a Israel al tomar a Gezer, matar a “los Cana-
neos que habitaban la ciudad,” y darla “en don a su hija, la mujer de
Salomón.”
1 Reyes 9:16
. Salomón reedificó esa ciudad, y con ello
fortaleció aparentemente su reino a lo largo de la costa del Medi-
terráneo. Pero al formar alianza con una nación pagana, y al sellar
esa alianza por su casamiento con una princesa idólatra, Salomón
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despreció temerariamente la sabia provisión hecha por Dios para
conservar la pureza de su pueblo. La esperanza de que su esposa
egipcia se convirtiese era una excusa muy débil para pecar.
Durante un tiempo, Dios, en su misericordia compasiva, pasó por
alto esta terrible equivocación; y el rey, por una conducta prudente,
podría haber mantenido en jaque, por lo menos en gran medida, las
fuerzas malignas que su imprudencia había desatado. Pero Salomón
había comenzado a perder de vista la Fuente de su poder y gloria. A
medida que sus inclinaciones cobraban ascendiente sobre la razón,
aumentaba su confianza propia, y procuraba cumplir a su manera el