En el foso de los leones
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prueba el mismo que en la prosperidad, cuando sobre él resplandece
la luz y el favor de Dios y de los hombres. La fe extiende la mano
hacia lo invisible y se ase de las realidades eternas.
El cielo está muy cerca de aquellos que sufren por causa de la
justicia. Cristo identifica sus intereses con los de su pueblo fiel; sufre
en la persona de sus santos; y cualquiera que toque a sus escogidos
le toca a él. El poder que está cerca para librar del mal físico o de la
angustia está también cerca para salvar del mal mayor, para hacer
posible que el siervo de Dios mantenga su integridad en todas las
circunstancias y triunfe por la gracia divina.
Lo experimentado por Daniel como estadista en los reinos de
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Babilonia y de Medo-Persia revela que un hombre de negocios
no es necesariamente un maquinador que sigue una política de
conveniencias, sino que puede ser un hombre instruído por Dios
a cada paso. Siendo Daniel primer ministro del mayor de los reinos
terrenales, fué al mismo tiempo profeta de Dios y recibió la luz de la
inspiración celestial. Aunque era hombre de iguales pasiones que las
nuestras, la pluma inspirada le describe como sin defecto. Cuando
las transacciones de sus negocios fueron sometidas al escrutinio
más severo de sus enemigos, se comprobó que eran intachables. Fué
un ejemplo de lo que todo hombre de negocios puede llegar a ser
cuando su corazón haya sido convertido y consagrado, y cuando sus
motivos sean correctos a la vista de Dios.
El cumplimiento estricto de los requerimientos del Cielo imparte
bendiciones temporales tanto como espirituales. Inquebrantable en
su fidelidad a Dios, inconmovible en su dominio del yo, Daniel fué
tenido, por su noble dignidad y su integridad inquebrantable, mien-
tras era todavía joven, “en gracia y en buena voluntad” (
Daniel 1:9
)
del oficial pagano encargado de su caso. Las mismas características
le distinguieron en su vida ulterior. Se elevó aceleradamente al pues-
to de primer ministro del reino de Babilonia. Durante el reinado de
varios monarcas sucesivos, mientras caía la nación y se establecía
otro imperio mundial, su sabiduría y sus dotes de estadista fueron
tales, y tan perfectos su tacto, su cortesía y la genuina bondad de
su corazón, así como su fidelidad a los buenos principios, que aun
sus enemigos se vieron obligados a confesar que “no podían hallar
alguna ocasión o falta, porque él era fiel.”