Página 358 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
Mientras los hombres le honraban confiándole las responsabi-
lidades del estado y los secretos de reinos que ejercían dominio
universal, Daniel fué honrado por Dios como su embajador, y le
fueron dadas muchas revelaciones de los misterios referentes a los
siglos venideros. Sus admirables profecías, como las registradas en
los capítulos siete a doce del libro que lleva su nombre, no fueron
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comprendidas plenamente ni siquiera por el profeta mismo; pero
antes que terminaran las labores de su vida, recibió la bienaventu-
rada promesa de que “hasta el tiempo del fin”—en el plazo final
de la historia de este mundo—se le permitiría ocupar otra vez su
lugar. No le fué dado comprender todo lo que Dios había revelado
acerca del propósito divino, sino que se le ordenó acerca de sus
escritos proféticos: “Tú empero, Daniel, cierra las palabras y sella el
libro,” pues esos escritos debían quedar sellados “hasta el tiempo del
fin.” Las indicaciones adicionales que el ángel dió al fiel mensajero
de Jehová fueron: “Anda, Daniel, que estas palabras están cerradas
y selladas, hasta el tiempo del cumplimiento... Y tú irás al fin, y
reposarás, y te levantarás en tu suerte al fin de los días.”
Daniel 12:4,
9, 13
.
A medida que nos acercamos al término de la historia de este
mundo, las profecías registradas por Daniel exigen nuestra atención
especial, puesto que se relacionan con el tiempo mismo en que
estamos viviendo. Con ellas deben vincularse las enseñanzas del
último libro del Nuevo Testamento. Satanás ha inducido a muchos
a creer que las porciones proféticas de los escritos de Daniel y de
Juan el revelador no pueden comprenderse. Pero se ha prometido
claramente que una bendición especial acompañará el estudio de
esas profecías. “Entenderán los entendidos” (
Daniel 12:10
), fué
dicho acerca de las visiones de Daniel cuyo sello iba a ser quitado
en los últimos días; y acerca de la revelación que Cristo dió a su
siervo Juan para guiar al pueblo de Dios a través de los siglos, se
prometió: “Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de
esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas.”
Apocalipsis 1:3
.
Del nacimiento y de la caída de las naciones, según resaltan
en los libros de Daniel y Apocalipsis, necesitamos aprender cuán
vana es la gloria y pompa mundanal. Babilonia, con todo su po-
der y magnificencia, cuyo parangón nuestro mundo no ha vuelto a
contemplar—un poder y una magnificencia que la gente de aquel
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