Página 368 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
Había, sin embargo, en la congregación muchas personas cuya fe
y visión más amplias les permitieron considerar esta gloria menor sin
tanto descontento. “Muchos otros daban grandes gritos de alegría. Y
no podía discernir el pueblo el clamor de los gritos de alegría, de la
voz de lloro del pueblo: porque clamaba el pueblo con grande júbilo,
y oíase el ruido hasta de lejos.”
Vers. 12, 13
.
Si los que no se regocijaron cuando se colocó la piedra funda-
mental del templo hubiesen previsto los resultados de su falta de fe
en aquel día, se habrían espantado. Lejos estaban de comprender el
peso de sus palabras de desaprobación y desilusión; ni sabían cuánto
iba a demorar la terminación de la casa de Dios el descontento que
habían expresado.
La magnificencia del primer templo y los ritos imponentes de
sus servicios religiosos habían sido fuentes de orgullo para Israel
antes de su cautiverio; pero con frecuencia su culto carecía de las
cualidades que Dios considera como muy esenciales. Ni la gloria
del primer templo ni el esplendor de su servicio podían recomendar
a los adoradores a Dios; porque ellos no ofrecían lo único que tiene
valor a la vista de él. No le traían el sacrificio de un espíritu humilde
y contrito.
Cuando se descuidan los principios vitales del reino de Dios
es cuando las ceremonias se vuelven numerosas y extravagantes.
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Cuando se descuida la edificación del carácter, cuando falta el adorno
del alma, cuando se desprecia la sencillez de la piedad, es cuando
el orgullo y el amor a la ostentación exigen magníficos edificios
para las iglesias, espléndidos adornos e imponentes ceremonias.
Pero no se honra a Dios con todo esto. El aprecia a su iglesia,
no por sus ventajas exteriores, sino por la sincera piedad que la
distingue del mundo. El la estima de acuerdo con el crecimiento
de sus miembros en el conocimiento de Cristo y de acuerdo con su
progreso en la experiencia espiritual. Busca en ella la manifestación
de los principios del amor y de la bondad. La belleza del arte no
puede compararse con la hermosura del temperamento y del carácter
que han de revelar los representantes de Cristo.
Una congregación puede ser la más pobre de la tierra. Puede
carecer de atractivos externos; pero si sus miembros poseen los
principios que regían el carácter de Cristo, los ángeles se unirán con