Página 367 - Profetas y Reyes (1957)

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El retorno de los desterrados
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parte en ella. Mientras se estaba colocando la piedra angular, el pue-
blo, acompañado por las trompetas de los sacerdotes y los címbalos
de los hijos de Asaf, “cantaban, alabando y confesando a Jehová,
y decían: Porque es bueno, porque para siempre es su misericordia
sobre Israel.”
Esdras 3:11
.
La casa que se estaba por reconstruir había sido tema de muchas
profecías acerca del favor que Dios deseaba manifestar a Sión, y
todos los que asistían a la colocación de la piedra angular debieran
haber participado cordialmente del espíritu que correspondía a la
ocasión. Sin embargo, una nota discordante se mezclaba con la
música y los gritos de alabanza que se oían en ese alegre día. “Y
muchos de los sacerdotes y de los Levitas y de los cabezas de los
padres, ancianos que habían visto la casa primera viendo fundar esta
casa, lloraban en alta voz.”
Vers. 12
.
Era natural que la tristeza embargase el corazón de aquellos
ancianos al pensar en los resultados de la larga impenitencia. Si
ellos y su generación hubiesen obedecido a Dios y cumplido su
propósito para Israel, el templo construído por Salomón no habría
sido derribado ni habría sido necesario el cautiverio. Pero, a cau-
sa de la ingratitud y la deslealtad que habían manifestado, fueron
dispersados entre los paganos.
Las condiciones habían cambiado. Con tierna misericordia, el
Señor había vuelto a visitar a su pueblo y le había permitido regresar
a su tierra. El pesar por los errores pasados debiera haber sido re-
emplazado por sentimientos de gran gozo. Dios había obrado en el
corazón de Ciro para que les ayudase a edificar el templo, y esto de-
biera haber arrancado a todos expresiones de profunda gratitud. Pero
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algunos no discernieron las providencias favorables de Dios. En vez
de regocijarse, albergaron pensamientos de descontento y desaliento.
Habían visto la gloria del templo de Salomón y se lamentaban por
la inferioridad del edificio que se estaba erigiendo.
Las murmuraciones y las quejas, así como las comparaciones
desfavorables que se hicieron, ejercieron una influencia deprimente
en el ánimo de muchos, y debilitaron las manos de los constructo-
res. Los trabajadores se sintieron inducidos a preguntarse si debían
proceder con la construcción de un edificio al que se criticaba con
tanta libertad desde el mismo comienzo, y que era causa de tantos
lamentos.