Página 376 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
mismo envió estas instancias por su profeta: “Pues ahora, Zorobabel,
esfuérzate, dice Jehová; esfuérzate también Josué, ... y cobra ánimo,
pueblo todo de la tierra, dice Jehová, y obrad: porque yo soy con
vosotros, dice Jehová de los ejércitos.”
Hageo 2:4
.
A Israel acampado al pie del Sinaí el Señor había declarado:
“Habitaré entre los hijos de Israel, y seré su Dios. Y conocerán que
yo soy Jehová su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto, para
habitar en medio de ellos: Yo Jehová su Dios.”
Éxodo 29:45, 46
. Y
ahora, a pesar de que repetidas veces “fueron rebeldes, e hicieron
enojar su Espíritu Santo” (
Isaías 63:10
), el Señor les extendió una
vez más la mano para salvarlos, mediante los mensajes de su profeta.
En reconocimiento de la cooperación que daban a su propósito, les
renovó su pacto y promesa de que su Espíritu habitaría entre ellos, y
les recomendó: “No temáis.”
Hoy también el Señor declara a sus hijos: “Esfuérzate, ... y obrad:
porque yo soy con vosotros.” El creyente tiene siempre en el Señor
a un poderoso auxiliador. Tal vez no sepamos cómo nos ayuda; pero
esto sabemos: Nunca falta su ayuda para aquellos que ponen su
confianza en él. Si los cristianos pudieran saber cuántas veces el
Señor ordenó su camino, para que los propósitos del enemigo acerca
de ellos no se cumplieran, no seguirían tropezando y quejándose.
Su fe se estabilizaría en Dios, y ninguna prueba podría moverlos.
Le reconocerían como su sabiduría y eficiencia, y él haría que se
cumpliese lo que él desea obrar por su medio.
Las fervientes súplicas y palabras de aliento dadas por medio
de Ageo fueron recalcadas y ampliadas por Zacarías, a quien Dios
suscitó al lado de aquél para que también instara a Israel a cumplir
la orden de levantarse y edificar. El primer mensaje de Zacarías
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expresó la seguridad de que nunca deja de cumplirse la palabra de
Dios, y prometió bendiciones a aquellos que escuchasen la segura
palabra profética.
Aunque sus campos estaban incultos y sus escasas provisiones se
agotaban rápidamente, a pesar de que estaban rodeados por pueblos
hostiles, los israelitas avanzaron por la fe, en respuesta al llama-
miento de los mensajeros de Dios, y trabajaron diligentemente para
reedificar el templo en ruinas. Era un trabajo que requería una firme
confianza en Dios. Mientras el pueblo procuraba hacer su parte y
obtener una renovación de la gracia de Dios en su corazón y en su