Página 377 - Profetas y Reyes (1957)

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“Los profetas de Dios que les ayudaban”
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vida, le fué dado un mensaje tras otro por medio de Ageo y Zacarías,
para asegurarle que su fe tendría rica recompensa y que las palabras
de Dios acerca de la gloria futura del templo cuyos muros se estaban
levantando no dejarían de cumplirse. En ese mismo edificio se vería,
vencido el plazo, al Deseado de todas las gentes como Maestro y
Salvador de la humanidad.
No se dejó por tanto a los constructores luchar solos; estaban
“con ellos los profetas de Dios que les ayudaban” (
Esdras 5:2
); y el
mismo Jehová de los ejércitos había dicho: “Esfuérzate, ... y obrad:
porque yo soy con vosotros.”
Hageo 2:4
.
El sentido arrepentimiento y la resolución de avanzar por la fe
atrajeron la promesa de prosperidad temporal. El Señor declaró:
“Mas desde aqueste día daré bendición.”
Vers. 19
.
Fué dado un mensaje preciosísimo a Zorobabel, su conductor,
que había sido muy probado durante todos los años que habían
transcurrido desde el regreso de Babilonia. Declaró el Señor que
llegaba el día cuando todos los enemigos de su pueblo escogido
serían derribados. “En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, te
tomaré, oh Zorobabel, hijo de Sealtiel, siervo mío, ... y ponerte he
como anillo de sellar: porque yo te escogí.”
Vers. 23
. Ya podía el
gobernador de Israel ver el significado de la providencia que le había
hecho pasar por desalientos y perplejidades; podía discernir en todo
ello el propósito de Dios.
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Este mensaje personal dirigido a Zorobabel fué registrado para
alentar a los hijos de Dios en toda época. Al enviar pruebas a sus
hijos, Dios tiene un propósito. Nunca los conduce por otro camino
que el que eligirían si pudiesen ver el fin desde el principio y discernir
la gloria del propósito que están cumpliendo. Todo lo que les impone
como prueba tiene por fin fortalecerlos para obrar y sufrir para él.
Los mensajes comunicados por Ageo y Zacarías incitaron al
pueblo a hacer todo esfuerzo posible para reedificar el templo; pero
mientras trabajaban, fueron acosados por los samaritanos y otros,
que idearon muchas obstrucciones. En una ocasión, los funcionarios
provinciales del reino medo-persa visitaron a Jerusalén y pregun-
taron quién había autorizado la reedificación. Si en esa ocasión los
judíos no hubiesen confiado en la dirección de Dios, esta averigua-
ción podría haberles resultado desastrosa. “Mas los ojos de su Dios
fueron sobre los ancianos de los Judíos, y no les hicieron cesar hasta