Página 381 - Profetas y Reyes (1957)

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Capítulo 47—Josué y el ángel
El firme progreso que hacían los edificadores del templo descon-
certó y alarmó mucho las huestes del mal. Satanás resolvió hacer
otro esfuerzo más para debilitar y desalentar al pueblo de Dios pre-
sentándole las imperfecciones de su carácter. Si con ello lograba
que aquellos que habían sufrido durante largo tiempo por causa de
la transgresión fuesen inducidos a despreciar los mandamientos de
Dios, caerían otra vez en la servidumbre del pecado.
Por haber sido elegido Israel para conservar el conocimiento de
Dios en la tierra, había sido siempre el objeto especial de la ene-
mistad de Satanás, y éste se había propuesto causar su destrucción.
Mientras los hijos de Israel fueran obedientes, no podía hacerles da-
ño; por lo tanto había dedicado todo su poder y astucia a inducirlos
a pecar. Seducidos por sus tentaciones, habían transgredido la ley de
Dios y se les había dejado caer presa de sus enemigos.
Aunque fueron llevados en cautiverio a Babilonia y permane-
cieron allí muchos años, el Señor no los abandonó. Les envió sus
profetas con reproches y amonestaciones para despertarlos y hacer-
les ver su culpabilidad. Cuando se humillaron delante de Dios y
volvieron a él con verdadero arrepentimiento, les envió mensajes
de aliento, declarando que los libraría del cautiverio, les devolvería
su favor y los restablecería en su tierra. Y ahora que esta obra de
restauración había comenzado y un residuo de Israel ya había re-
gresado a Judea, Satanás estaba resuelto a frustrar el cumplimiento
del propósito divino, y para este fin estaba tratando de inducir a las
naciones paganas a destruirlo completamente.
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Pero en esa crisis el Señor fortaleció a su pueblo con “buenas
palabras, palabras consolatorias.”
Zacarías 1:13
. Mediante una ilus-
tración impresionante de la obra de Satanás y la de Cristo, reveló el
poder de su Mediador para vencer al acusador de su pueblo.
En una visión, el profeta contempla a “Josué, el gran sacerdote,
... vestido de vestimentas viles” (
Zacarías 3:1-3
), en pie delante
del Angel de Jehová, impetrando la misericordia de Dios en favor
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