Página 382 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
de su pueblo afligido. Mientras suplica a Dios que cumpla sus
promesas, Satanás se levanta osadamente para resistirle. Señala las
transgresiones de los hijos de Israel como razón por la cual no se les
podía devolver el favor de Dios. Los reclama como su presa y exige
que sean entregados en sus manos.
El sumo sacerdote no puede defenderse a sí mismo ni a su
pueblo de las acusaciones de Satanás. No sostiene que Israel esté
libre de culpas. En sus andrajos sucios, que simbolizan los pecados
del pueblo, que él lleva como su representante, está delante del
Angel, confesando su culpa, aunque señalando su arrepentimiento y
humillación y fiando en la misericordia de un Redentor que perdona
el pecado. Con fe se aferra a las promesas de Dios.
Entonces el Angel, que es Cristo mismo, el Salvador de los pe-
cadores, hace callar al acusador de su pueblo declarando: “Jehová te
reprenda, oh Satán; Jehová, que ha escogido a Jerusalem, te repren-
da. ¿No es éste tizón arrebatado del incendio?”
Vers. 2
. Israel había
estado durante largo tiempo en el horno de la aflicción. A causa de
sus pecados, había sido casi consumido en la llama encendida por
Satanás y sus agentes para destruirlo; pero Dios había intervenido
ahora para librarle.
Al ser aceptada la intercesión de Josué, se da la orden: “Quitadle
esas vestimentas viles,” y a Josué el Angel declara: “Mira que he
hecho pasar tu pecado de ti, y te he hecho vestir de ropas de gala.” “Y
pusieron una mitra limpia sobre su cabeza, y vistiéronle de ropas.”
[429]
Vers. 4, 5
. Sus propios pecados y los de su pueblo fueron perdonados.
Israel había de ser revestido con “ropas de gala,” la justicia de Cristo
que les era imputada. La mitra puesta sobre la cabeza de Josué era
como la que llevaban los sacerdotes, con la inscripción: “Santidad
a Jehová” (
Éxodo 28:36
), lo cual significaba que a pesar de sus
antiguas transgresiones estaba ahora capacitado para servir delante
de Dios en su santuario.
El Angel declaró entonces: “Así dice Jehová de los ejércitos: Si
anduvieres por mis caminos, y si guardares mi ordenanza, también
tú gobernarás mi casa, también tú guardarás mis atrios, y entre éstos
que aquí están te daré plaza.”
Zacarías 3:7
. Si obedecía, se le honraría
como juez o gobernante del templo y todos sus servicios; andaría
entre ángeles que le acompañarían aun en esta vida; y al fin se uniría
a la muchedumbre glorificada en derredor del trono de Dios.