Página 396 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
ter mano sobre los que habían procurado su mal: y nadie se puso
delante de ellos, porque el temor de ellos había caído sobre todos
los pueblos.” Angeles excelsos en fortaleza habían sido enviados
por Dios para proteger a su pueblo mientras éste se aprestaba “en
defensa de su vida.”
Ester 9:2, 16
.
Mardoqueo había sido elevado al puesto de honor que ocupara
antes Amán. “Fué segundo después del rey Assuero, y grande entre
los Judíos, y acepto a la multitud de sus hermanos” (
Ester 10:3
),
pues procuró el bienestar de Israel. Así fué cómo Dios devolvió a su
pueblo escogido el favor de la corte medo-persa, e hizo posible la
ejecución de su propósito de devolverlos a su tierra. Pero transcurrie-
ron todavía varios años, y fué solamente en el séptimo de Artajerjes
I, sucesor de Jerjes el Grande, cuando un número considerable de
judíos volvió a Jerusalén, bajo la dirección de Esdras.
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Los momentos penosos que vivió el pueblo de Dios en tiempos
de Ester no caracterizan sólo a esa época. El revelador, al mirar a
través de los siglos hasta el fin del tiempo, declaró: “Entonces el
dragón fué airado contra la mujer; y se fué a hacer guerra contra los
otros de la simiente de ella, los cuales guardan los mandamientos
de Dios, y tienen el testimonio de Jesucristo.”
Apocalipsis 12:17
.
Algunos de los que viven hoy en la tierra verán cumplirse estas pala-
bras. El mismo espíritu que en siglos pasados indujo a los hombres
a perseguir la iglesia verdadera, los inducirá en el futuro a seguir
una conducta similar para con aquellos que se mantienen leales a
Dios. Aun ahora se están haciendo preparativos para ese último gran
conflicto.
El decreto que se promulgará finalmente contra el pueblo rema-
nente de Dios será muy semejante al que promulgó Asuero contra
los judíos. Hoy los enemigos de la verdadera iglesia ven en el peque-
ño grupo que observa el mandamiento del sábado, un Mardoqueo a
la puerta. La reverencia que el pueblo de Dios manifiesta hacia su
ley, es una reprensión constante para aquellos que han desechado el
temor del Señor y pisotean su sábado.
Satanás despertará indignación contra la minoría que se niega a
aceptar las costumbres y tradiciones populares. Hombres encumbra-
dos y célebres se unirán con los inicuos y los viles para concertarse
contra el pueblo de Dios. Las riquezas, el genio y la educación se
combinarán para cubrirlo de desprecio. Gobernantes, ministros y