Página 401 - Profetas y Reyes (1957)

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Esdras, sacerdote y escriba
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imponerles tributo, o pecho, o renta.” También ordenó que se seña-
lasen magistrados civiles para gobernar al pueblo con justicia, de
acuerdo con el código judío. Estas fueron sus instrucciones: “Y tú,
Esdras, conforme a la sabiduría de tu Dios que tienes, pon jueces y
gobernadores, que gobiernen a todo el pueblo que está del otro lado
del río, a todos los que tienen noticia de las leyes de tu Dios; y al
que no la tuviere, le enseñaréis. Y cualquiera que no hiciere la ley
de tu Dios, y la ley del rey, prestamente sea juzgado, o a muerte, o a
desarraigo, o a pena de la hacienda, o a prisión.”
Vers. 24-26
.
Así, “según la buena mano de su Dios sobre él,” Esdras había
persuadido al rey a que proveyese abundantemente para el regreso
de todo el pueblo de Israel, así como “cualquiera que quisiere” de
los “sacerdotes y Levitas” en el reino medo-persa.
Vers. 9, 13
. De
manera que los hijos de la dispersión volvieron a tener oportunidad
de regresar a la tierra cuya posesión se vinculaba con las promesas
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hechas a la casa de Israel. Este decreto ocasionó regocijo a los que
participaban con Esdras en un estudio de los propósitos de Dios
concernientes a su pueblo. Esdras exclamó: “Bendito Jehová, Dios
de nuestros padres, que puso tal cosa en el corazón del rey, para
honrar la casa de Jehová que está en Jerusalem. E inclinó hacia mí
su misericordia delante del rey y de sus consultores, y de todos los
príncipes poderosos del rey.”
Vers. 27, 28
.
La promulgación de este decreto por Artajerjes puso de manifies-
to la providencia de Dios. Algunos la discernieron, y gozosamente
aprovecharon la oportunidad de regresar en circunstancias tan favo-
rables. Se designó un lugar general de reunión; y a la fecha señalada,
los que deseaban ir a Jerusalén se congregaron para el largo viaje.
Dijo Esdras: “Juntélos junto al río que viene a Ahava, y reposamos
allí tres días.”
Esdras 8:15
.
Esdras había esperado que una gran multitud regresaría a Jeru-
salén, pero se quedó chasqueado por lo reducido del número de los
que habían respondido al llamamiento. Muchos, que habían adquiri-
do casas y tierras, no deseaban sacrificar estos bienes. Amaban la
comodidad, y estaban perfectamente contentos de quedarse donde
estaban. Su ejemplo resultó un estorbo para los que sin esto habrían
decidido echar su suerte con la de quienes avanzaban por fe.
Cuando Esdras pasó revista a la congregación, se sorprendió al
no encontrar a ninguno de los hijos de Leví. ¿Dónde estaban los