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Profetas y Reyes
él camino derecho para nosotros, y para nuestros niños, y para toda
nuestra hacienda.” “Ayunamos pues, y pedimos a nuestro Dios sobre
esto, y él nos fué propicio.”
Vers. 21, 23
.
La bendición de Dios no hizo innecesarias la prudencia y la
previsión. Como precaución especial para salvaguardar el tesoro,
Esdras dice: “Aparté luego doce de los principales de los sacerdotes,
... y peséles la plata, y el oro, y los vasos, la ofrenda que para la
casa de nuestro Dios habían ofrecido el rey, y sus consultores, y sus
príncipes, y todos los que se hallaron en Israel.” A estos hombres de
probada fidelidad se les encargó solemnemente que actuasen como
mayordomos vigilantes del tesoro confiado a su cuidado. Esdras les
dijo: “Vosotros sois consagrados a Jehová, y santos los vasos; y la
plata y el oro ofrenda voluntaria a Jehová, Dios de nuestros padres.
Velad, y guardadlos, hasta que los peséis delante de los príncipes
de los sacerdotes y Levitas, y de los jefes de los padres de Israel en
Jerusalem, en las cámaras de la casa de Jehová.”
Vers. 24, 25, 28,
29
.
El cuidado ejercitado por Esdras al proveer para el transporte
y la seguridad del tesoro de Dios enseña una lección que merece
un estudio reflexivo. Se eligieron únicamente personas de carácter
fidedigno, ya probado; y se las instruyó con claridad acerca de la
responsabilidad que les incumbía. Al designar magistrados fieles
para que actuasen como tesoreros de los bienes del Señor, Esdras
reconoció la necesidad y el valor del orden y la organización en lo
relativo a la obra de Dios.
Durante los pocos días que los israelitas esperaron al lado del
río, se terminaron todos los preparativos para el largo viaje. Escribió
Esdras: “Y partimos del río de Ahava el doce del mes primero, para
ir a Jerusalem: y la mano de nuestro Dios fué sobre nosotros, el cual
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nos libró de mano de enemigo y de asechador en el camino.”
Vers.
31
. El viaje ocupó más o menos cuatro meses, pues la multitud que
acompañaba a Esdras y sumaba en total varios millares de personas,
incluía mujeres y niños y exigía que se avanzase lentamente. Pero
todos fueron guardados sanos y salvos; sus enemigos fueron refre-
nados de hacerles daño. Su viaje fué próspero; y en el primer día del
quinto mes, en el año séptimo de Artajerjes, llegaron a Jerusalén.
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