Página 403 - Profetas y Reyes (1957)

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Esdras, sacerdote y escriba
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Mientras que los peregrinos quedaban esperando con Esdras,
aquellos mensajeros de confianza se apresuraron a llevar la súplica
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destinada a atraer “ministros para la casa de nuestro Dios.”
Vers.
17
. Esta súplica fué escuchada; algunos de los que habían estado
vacilando decidieron finalmente que regresarían. En total, llegaron
al campamento unos cuarenta sacerdotes y doscientos veinte de los
“Nethineos,” hombres en quienes Esdras podía confiar como sabios
ministros y buenos maestros y auxiliadores.
Todos estaban ahora listos para emprender la marcha. Les es-
peraba un viaje que duraría varios meses. Los hombres llevaban
consigo a sus esposas y sus hijos, así como sus posesiones, además
de un gran tesoro para el templo y su servicio. Esdras sabía que en
el camino los acecharían enemigos listos para saquearlos y matarlos
a él y a su grupo; y sin embargo no solicitó al rey fuerza armada
para su protección. Explicó: “Tuve vergüenza de pedir al rey tropa y
gente de a caballo que nos defendiesen del enemigo en el camino:
porque habíamos hablado al rey, diciendo: La mano de nuestro Dios
es para bien sobre todos los que le buscan; mas su fortaleza y su
furor sobre todos los que le dejan.”
Esdras 8:22
.
En este asunto, Esdras y sus compañeros vieron una oportunidad
de ensalzar el nombre de Dios delante de los paganos. Quedaría
fortalecida la fe en el poder del Dios viviente si los israelitas mismos
revelaban una fe implícita en su Caudillo divino. Resolvieron por lo
tanto poner toda su confianza en él. No quisieron pedir guardia de
soldados, para no dar a los paganos ocasión de asignar a la fuerza
del hombre la gloria que pertenece a Dios solo. No podían correr
el riesgo de despertar en la mente de sus amigos paganos una duda
en cuanto a la sinceridad de su confianza en Dios como pueblo
suyo. Adquirirían fuerza, no por las riquezas, ni por el poder ni la
influencia de hombres idólatras, sino por el favor de Dios. Serían
protegidos tan sólo por la observancia de la ley de Dios y por sus
esfuerzos para acatarla.
Este conocimiento de las condiciones gracias a las cuales conti-
nuarían gozando de prosperidad bajo la mano de Dios, añadió una
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solemnidad más que común al servicio de consagración que cele-
braron Esdras y su compañía de almas fieles precisamente antes de
partir. Esdras declaró al respecto: “Y publiqué ayuno allí junto al río
de Ahava, para afligirnos delante de nuestro Dios, para solicitar de