Página 416 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
Habiendo obtenido la ayuda que procuraba, Nehemías procedió
con prudencia y previsión a hacer los arreglos necesarios para ase-
gurar el éxito de la empresa. No descuidó precaución alguna que
favoreciese su realización. Ni siquiera a sus compatriotas reveló su
propósito. Aunque sabía que muchos se alegrarían de su éxito, temía
que algunos, mediante actos indiscretos, despertasen los celos de
sus enemigos y provocasen tal vez el fracaso de la tentativa.
La petición que dirigió al rey tuvo acogida tan favorable que
Nehemías se sintió alentado a pedir aun más ayuda. A fin de dar
dignidad y autoridad a su misión, así como para estar protegido
durante el viaje, solicitó y obtuvo una escolta militar. Consiguió
cartas reales dirigidas a los gobernadores de las provincias de allende
el Eufrates, por cuyo territorio debía cruzar en viaje a Judea; y
obtuvo también una carta en la cual se ordenaba al guarda del bosque
real en las montañas del Líbano que le proveyese la madera que
necesitara. A fin de que nadie tuviese motivo para quejarse de que
se había excedido, Nehemías tuvo cuidado de que la autoridad y los
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privilegios que se le otorgaban se definiesen claramente.
Este ejemplo de sabia previsión y de acción resuelta debe ser
una lección para todos los cristianos. Los hijos de Dios deben no
solamente orar con fe, sino también obrar con cuidado diligente y
prudente. Tropiezan con muchas dificultades y a menudo estorban la
obra de la Providencia en su favor porque consideran la prudencia y
el esfuerzo esmerado como ajenos a la religión. Nehemías no creyó
que había cumplido su deber cuando lloró y rogó al Señor. Unió a
sus peticiones un esfuerzo santo y trabajó con fervor y oración por
el éxito de la empresa en la cual se empeñaba. La consideración cui-
dadosa y los planes bien madurados son tan necesarios hoy para las
realizaciones sagradas como en el tiempo en que fueron reedificados
los muros de Jerusalén.
Nehemías no se conformaba con la incertidumbre. Los recursos
que le faltaban, los solicitaba a los que estaban en condiciones de
dárselos. Y el Señor sigue dispuesto a obrar en los corazones de
los que se hallan en posesión de sus bienes, para que los entreguen
en favor de la causa de la verdad. Los que trabajan para él deben
valerse de la ayuda que él induce a los hombres a dar. Esos donativos
pueden abrir vías por las cuales la luz de la verdad irá a muchas
tierras entenebrecidas. Los donantes no tienen quizá fe en Cristo ni