Página 415 - Profetas y Reyes (1957)

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Un hombre oportuno
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gran manera.” Con labios temblorosos y ojos arrasados en lágrimas,
reveló la causa de su pesar. “El rey viva para siempre—contestó.—
¿Cómo no estará triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de los
sepulcros de mis padres, está desierta, y sus puertas consumidas del
fuego?”
La mención de la condición en que estaba Jerusalén despertó la
simpatía del monarca sin evocar sus prejuicios. Otra pregunta dió a
Nehemías la oportunidad que aguardaba desde hacía mucho: “¿Qué
cosa pides?” Pero el varón de Dios no se atrevía a responder antes de
haber solicitado la dirección de Uno mayor que Artajerjes. Tenía un
cometido sagrado que cumplir, para el cual necesitaba ayuda del rey;
y comprendía que mucho dependía de que presentase el asunto en
forma que obtuviese su aprobación y su auxilio. Dice él: “Entonces
oré al Dios de los cielos.” En esa breve oración, Nehemías se acercó
a la presencia del Rey de reyes, y ganó para sí un poder que puede
desviar los corazones como se desvían las aguas de los ríos.
La facultad de orar como oró Nehemías en el momento de su
necesidad es un recurso del cual dispone el cristiano en circunstan-
cias en que otras formas de oración pueden resultar imposibles. Los
que trabajan en las tareas de la vida, apremiados y casi abrumados
de perplejidad, pueden elevar a Dios una petición para ser guiados
divinamente. Cuando los que viajan, por mar o por tierra, se ven
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amenazados por algún grave peligro, pueden entregarse así a la pro-
tección del Cielo. En momentos de dificultad o peligro repentino,
el corazón puede clamar por ayuda a Aquel que se ha comprome-
tido a acudir en auxilio de sus fieles creyentes cuando quiera que
le invoquen. En toda circunstancia y condición, el alma cargada de
pesar y cuidados, o fieramente asaltada por la tentación, puede hallar
seguridad, apoyo y socorro en el amor y el poder inagotables de un
Dios que guarda su pacto.
En aquel breve momento de oración al Rey de reyes, Nehe-
mías cobró valor para exponer a Artajerjes su deseo de quedar por
un tiempo libre de sus deberes en la corte; y solicitó autoridad
para edificar los lugares asolados de Jerusalén, para hacer de ella
nuevamente una ciudad fuerte y defendida. De esta petición de-
pendían resultados portentosos para la nación judaica. “Y—explica
Nehemías—otorgómelo el rey, según la benéfica mano de Jehová
sobre mí.”